25 de Noviembre





Y el mismo día, cada semana, cada mes y ya incluso durante más de un año. Damos los mismos pasos hacia aquel mármol frío con aquel nombre grabado en relieve, intentando luchar contra el olvido de un ser del pasado, que dormirá eternamente habiéndonos amado. Ni siquiera yo que lo he presenciado encuentro el por qué a lo que sucedió, porque las pesadillas se hicieron realidad día a día, promesa tras promesa, acto tras acto. Nunca conseguiré entender como alguien puede hacer daño a otro por ser de diferente sexo, nunca conseguiré ver qué malo hay en eso.  El cómo, lo presenciamos mi hermana y yo. Apenas quedan en ella ya recuerdos de ese pasado. Aquel pasado lleno de tan malas experiencias, tantas noches abrazados, sollozando en silencio, mirando a la nada, deseando que parase eso.  Momentos que no podré olvidar, porque son los malos recuerdos los que prevalecen. Por eso no sé que será mejor, que ella lo recuerde o que lo olvide. Pero olvidar su sonrisa, olvidar todo aquello que ella nos ha dado, qué derecho tuvo él para quitarnos eso, qué derecho tuvo de haberla matado. Cómo poder olvidar sus cuentos, su mirada, su dulce voz, el calor maternal de sus abrazos, cómo pude perder eso, qué me queda ahora que todo ha pasado. Perdí a mi madre, a mi padre, mi hogar y lo que solamente se puede poseer una vez: la infancia. Cómo él, mi padre, pudo habérnosla arrebatado, cómo se puede decir que se ama a un ser al que se hace daño, qué mal hizo ella para merecer tantas lágrimas. Por qué pensó que una mujer no era nada,  cómo se puede pensar eso. Quién se ve con derecho de jugar con la vida de alguien y de romper a una familia, a su propia familia. Pero ya no queda nada de eso, solo un triste pasado.
Nuestra visita termina, como siempre mi hermana sigue con las yemas de los dedos el grabado, ahora sabe leer, nuestro abuelo la ha enseñado.

Juan N.

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