Arrepentimiento



El ocaso terminaba, la noche comenzaba cubrir con su frio y oscuro manto el bosque, yo caminaba sin rumbo ni destino, el búho comenzaba ha ulular a la luna llena. Yo seguía caminado, evitando resbalar con la nieve que lo cubría todo, este invierno era uno de los peores. Y allí me encontraba yo, con mis botas de cuero y mi viejo chaquetón de piel, con las manos entumecidas me secaba las lágrimas e intentaba no seguir llorando. Unas pocas horas antes había cometido el peor de los actos que podré cometer en toda mi vida.
            Las horas seguían pasando, a medida que me alejaba sentía que el tiempo pasaba más lento, ya no sabía cuantas horas llevaba fuera de casa. Cada vez hacía más frio y el bosque parecía más tenebroso, oscuro y terrorífico, los animales parecían estar muy cerca de mí, los sonidos se iban agudizándose y las historias de miedo que me habían contado desde la infancia se venían a mi mente a cada pisada que daba. Para  mi consuelo tenían sobre mí la luna que me iluminaba el camino. Mis pies llevaban tanto tiempo helados que me temía haberlos perdido por el camino, mis manos apenas podían moverse, llevaba tanto tiempo caminado al frio de la noche, pero debía hacerlo, no podía regresar, no después de lo que había hecho. Era eso lo que me ayudaba a caminar, lo único dentro de mí que seguía vivo, latente, cálido, y tenía que ser eso. El tiempo seguía pasando y cada vez veía menos, el bosque se hacía más frondoso y como es de suponer, peligroso. Hacía tiempo que me había percatado que un lobo me había visto, seguro había ido ha avisar al resto de su manada. Pero no importaba, debía seguir continuando, mi arrepentimiento no me permitía ni mirar hacia atrás, el solo recordar aquello hacía estremecer lo poco de mi cuerpo que se podía estremecer, aunque yo diría que el resto también.
            El silencio se había hecho insufrible, mi aliento ya no producía vaho, mi cuerpo apenas conseguía moverse y el hambre con el que cargaba desde hace tiempo había comenzado a devorarme, pero debía de continuar. Creo que vi a un lobo entre los arbustos cuando mi ya desfallecida mente me dijo: Estás dispuesto a morir y dejar de ti ese último recuerdo en tus conocidos, el de un cobarde que huyó y murió en medio del bosque… La respuesta fue rápida: No. No quería, llevaba tanto recorrido y me encontraba tan mal, y solamente para llevar a cabo una estupidez, eso es, no puedo huir, no importa lo que haya hecho, siempre será mucho peor huir.
            Con el cuerpo desvalido y las pocas fuerzas que me quedaban, di la vuelta volviendo a casa, a pedir perdón y tomar los apercibimientos que deba tener lo que hice. Sabía que no iba a llegar, que ya era preso de las fieras y aunque no lo fuese acabaría en el suelo, sumergido en el sueño eterno, pero es lo que debo hacer, lo que esta bien y tanta alegría me da el hecho de darme cuenta, que las lágrimas volvieron a surgir, pero esta vez de alegría y no de pena.

2012                                                                                                                                               Juan N.

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