Despilfarro
Alguien
estaba intentando abrirle los ojos, unos dedos pequeños intentaban que sus ojos
se abriesen. Diego abrió los ojos y lo miró, era Ángel, un niño de cuatro años.
Miró a su alrededor, estaban durmiendo todos. Diego vio que el niño se movía
con cierto nerviosismo y comprendió que quería. Lo llevó de la mano hasta el
servicio del instituto. Todo estaba helado, del grifo no salía agua, en hielo
se había transformado el agua de los servicios. Sus alientos producían vaho,
sus dientes chocaban por el frío, sentían que se les congelaban las lágrimas de
los ojos, que sus narices estaban tan gélidas que parecían de cristal.
Volvieron rápidamente a la clase, Raúl estaba desayunando junto a Susana y a
Elisa, la joven estaba demostrando un gran interés por ayudar a los demás,
mientras sus amigos, incluyendo a la hermana de Susana, estaban llorando y sin
ganas de hacer nada, ella había decidido poner sus fuerzas en salvarlos a todo.
Diego se sentó junto a ellos, titiritaba, le dio a Ángel una botella de agua
líquida para que se lavase las manos, en situaciones como esas no le convenían
que alguien enfermara, debían intentar mantener una higiene.
- Creo que
deberíamos cortar leña para todo el invierno, el frío es muy peligroso.-decía
Elisa intentando no demostrar su miedo.
- Tienes
razón, pero contamos con unas semanas hasta que nos sea imposible adaptar el
instituto para poder vivir.-replicó Raúl
- Pero el
instituto está congelado, por los servicios no hay ni siquiera agua líquida.-
dio un sorbo a su taza de leche-¿Por qué vivir aquí? Tenemos un pueblo vacío,
quedémonos en una casa.
- Es
imposible, todos los métodos de calefacción del pueblo son modernos, por
electricidad, necesitamos esa caldera. Y no podemos sacarla de la pared.- dijo
Raúl.
- Pues
debemos poner calefacción en los servicios.-dijo Diego.
- Creo que
dividirnos en grupos solo retasaría las cosas, tenemos que hacerlo de otra
forma.- Susana miraba a Elisa.
- Cierto,
¿Y si hacemos turnos de tarde y de mañana?- Elisa miró a los demás, ninguno
parecía comprenderla del todo- Por la mañana nos dedicamos todos a una cosa y
por la tarde a otra.
- Por la
tarde suele nevar, así que lo mejor sería que acondicionásemos el instituto a
esas horas y por la mañana buscásemos comida, madera…- comentó Raúl.
La
conversación no duró mucho, fue fácil decidir quien iría a cazar y quien ira a
buscar comida por las casas. Susana, su hermana y un chico fueron a buscar
comida por las casas. Diego, Raúl, Elisa y otro joven fueron hacia el bosque.
Diego era un gran cazador, siempre conseguía su presa, pero no le gustaba cazar
en compañía, según él no había nadie lo suficientemente sigiloso para estar con
él, pero Raúl le exigió que al menos se quedara con uno del grupo. Los de
primero no habían aprendido todavía a cazar, por lo debían acompañar a los
cazadores y llevar sus presas. Diego hizo una gracia y se llevo al joven, Nick,
según Diego, Elisa era demasiado charlatana para poder cazar a su lado.
La
espesura del bosque le impedía ver, por lo menos Elisa era incapaz de ver la
presa a la que estaba apuntando Raúl. Sin embargo este soltó la flecha con suma
elegancia y precisión, en breves instantes oyó al jabalí gritar hasta morir. En
tres horas de caza ya habían conseguido dos liebres, una cabra y ese jabalí.
Las cazas habían sido extrañas, Raúl demostraba un manejo del arco increíble
pero había dejado escapar a más de una.
- ¿Qué te
pasa?- preguntó Raúl mientras descendían al pueblo.- ¿Te has ofendido por lo de
mi hermano?
- No, sé
que lo dice en broma, aunque no te enfades pero es un poco machista.
- Lo
sé.-Raúl se reía, llevaba encima la cabra y entre los dos el jabalí.
- Tú eres
diferente, en el buen sentido, aunque no estoy muy segura de que vaya a
aprender muy bien a cazar contigo, tus presas tienen muy mala pinta.
- Eso es porque
escojo a las que veo que ya tienen cierta edad, mi padre quería ser veterinario
pero a mitad de carrera cambió a medicina. Él me enseñó cuando un animal está
mayor pero es comestible, amaba a los animales y sus amigos lo obligaban a
cazar, ¿entiendes por qué cazo así?
- También
amas a los animales, solo quieres comer, no necesitas nada más, sin embargo tu
hermano.- señaló con el dedo a Diego, avanzaba ya por las calles del pueblo y
llevaba un ciervo de gran tamaño sobre los hombros, Nick llevaba en sus manos
una cuerda en la que estaban atados una docena de conejos.
Llegaron
al instituto, Susana estaba apuntando en una libreta lo que habían encontrado
en las casas, al verlos lo saludo, aunque su sonrisa se congeló al ver la caza.
- Eso es
mucha comida, sé que antes eso servía para que todo el pueblo comiese, pero
ahora.- Susana se llevó las manos a la cabeza, ella era la única que sabía
cocinar, su padre era chef, aunque ahora había sido llamado para que volviese
al ejército.
- Tienes
razón, no nos hemos puesto un límite, cada uno ha ido por su lado y hemos
cazado demasiado.-dijo Diego soltando el ciervo en el suelo.
- Bueno
podemos utilizar el congelador del instituto, no tiene luz pero si metemos
hielo la temperatura se mantendrá.- Elisa intentaba buscar una solución, pero
estaba muy apenada al ver al ciervo muerto. Miró a Diego, estaba orgulloso de
su éxito.
- Cierto,
Diego y Nick, al ser vosotros los que más habéis cazado iréis por el hielo,
usad una de las carretillas y buscad algo para cortarlo. Nosotros limpiaremos
el congelador.-ordenó Susana.
Entraron
en el congelador, el instituto era uno de los edificios más antiguos del
pueblo. Se construyó a finales de una guerra que había sufrido el país unos
ochenta años antes. Su edificación original era de centro de investigación
científico, por lo que su congelador era una enorme sala en la que la
temperatura interna se mantenía. El motor estaba estropeado, no intentaron repararlo, con la temperatura
de aquellas fechas el edificio entero era parte de él. Estaba lleno de estantes
y cajas de plástico, pero en ninguna de ella había comida. Elisa iluminaba con una
linterna el suelo para que Raúl pudiese fregarlo, mientras Susana se llevaba
las cajas a un sitio con agua en estado líquido para limpiarla. Una de las
cosas que Diego había dicho esa mañana en la reunión era; la higiene es
necesaria, no podemos enfermar ahora y mi padre dice que lo peor para las
enfermedades era la higiene.
La
hermana de Susana estaba con el otro chico, Dave. Provenía de tierras de habla
inglesa, sabía hablar perfectamente el idioma del país pero siempre permanecía
en silencio. Los dos estaban acomodando la clase que iban ha convertir en su
vivienda, limpiar, buscar madera para sellar las ventanas y demás eran sus
funciones, sencillas pero muy laboriosas. Diego llego con la carretilla y unos
cuantos bloques de hielo, detrás estaba Nick, andaba mirando al suelo. Elisa lo
vio y se aproximó a él.
- ¿Estás
bien?
- Sí- la
miró a los ojos-, echo de menos a mi familia.
- Te
comprendo, pero creo que ahora esta es nuestra familia.- Elisa sonrió, en
ningún momento se le había pasado aquello por la cabeza pero quería reconfortar
a sus amigos, de esa forma se reconfortaba a ella misma.
La cena
la realizaron de nuevo en la esquina de la clase, Clara le daba de comer a los
niños, Diego hablaba con Nick de como debían avanzar en la caza, Susana
discutía con Elisa la organización de la clase, Dave escuchaba lo que le decía
la hermana de Susana. Raúl por su parte los miraba a todos, no había pasado ni
un día pero ya tenían mucho logrado, cuando pensó en lo que debían hacer para
sobrevivir al invierno contó con que destinarían más tiempo a sufrir la perdida
de sus seres queridos pero solo los niños seguían llorando, los demás pensaban
en otras cosas, estaban entretenidos.
- ¿En qué
piensas?- le dijo Susana a Raúl y trayéndole de nuevo con ellos.
- En muchas
cosas, pero lo principal es que debemos sellarlas, no todas, porque alguna la
necesitaremos. También deberíamos intentar reanudar el servicio de las máquinas
quitanieves.
- Tienes
razón, deberíamos de aclarar los grupos para este objetivo.-dijo Susana.
- No, no
podemos estar cambiando siembre los miembros del grupo, lo mejor sería
constancia, para que nos acostumbremos a nosotros mismos, sería más rápido.-
dijo Diego.
- Tienes razón,
pero mi grupo de hoy ha estado compuesto por tres incluyéndome a mí, y el
vuestro por cuatro. Dos grupos no hacen gran cosa, necesitamos ser tres, además
no creo que haga falta cuatro personas para tres máquinas quita nieve.-dijo
Susana.
- Tu amiga
Clara no hace gran cosa, debería dejar de llorar y ayudar a los demás. Sé que no se encuentra bien pero
nosotros tampoco y la necesitamos.- dijo Diego seriamente.
- Yo no
puedo obligar a nadie a hacer algo que no quiera y ella está cuidando sola de
seis niños que apenas saben ir al servicio, es otro grupo y con mucho mérito.
¿O acaso pensabas dejar a los niños solos? A no eso no es propio de ti, tu te
los llevarías a cazar o a hacer otro trabajo.- contestó Susana arqueando una
ceja.
- Tienes
razón, pero no me vuelvas a contestar así, tampoco he dicho nada malo.- Clara
lo miraba, en su rostro no se mostraba ningún sentimiento, llevaba todo el día
con el mismo aspecto.
- Será
mejor que mantengamos los grupos actuales, si sobra de uno que vaya al otro
bando y si falta pues ya veremos. Y ahora a dormir, debemos madrugar.- Raúl
cerró de aquella forma la discusión, se levantó, dejó su plato en una caja de
plástico dispuesta para ello y se acostó.
Se oía un
pitido, era su reloj de pulsera, por su suerte se lo regalaron en verano, por
lo que la batería debería durar muchos meses más. Raúl se levantó, como todas
las mañanas y como les sucedía a todos, debía desentumecer su cuerpo, el frío
los dejaba paralizado. Se levantó, todos dormían, por su suerte tenía un sueño
muy ligero, a diferencia de su hermano. Se puso su chaquetón de piel, no era
muy caro, tenía unos años y fue un regalo de su padre, aunque allí en el pueblo
nadie salía a la calle en pleno invierno sin uno de ellos. Avanzó por la calle,
a pesar de que llevaba un gorro con orejeras tenía la sensación de que las
había perdido. El frío era letal. Sacó un manojo de llaves y abrió la puerta.
Tres días antes habría encontrado a su madre limpiando, siempre mantenía su
casa limpia y recogida, y ahora, apenas había tenido tiempo de despejar los
pasillos. Buscó la plancha antigua, una que funcionaba a base de calentar la
lamina de metal, guardo en una bolsa de tela todos los utensilios de limpieza y
los de baño. Entró en su habitación, ya se había llevado toda su ropa, usaban las
taquillas que había dentro de la clase para guardar su ropa, eran muchas pero
contaban con gran tamaño y profundidad, no obstante debían usar más de una por
persona, no tenían mucho problema en ello, por lo general las clases estaban
integradas por treinta alumnos. Su cama estaba hecha, se quitó el guante y la
acarició, no quería deshacerla ni lo más mínimo, quizás sería lo último que
había hecho su madre por él. Al rozarla notó algo, había algo entre las
sabanas, por la forma dedujo lo que era, giró la cabeza rápidamente hasta su
escritorio, en él estaban todos sus utensilios de escritura, incluyendo los
sobres. Si mal no recordaba le quedaban diez, contó nueve. Con sumo cuidado
metió la mano entre las sabanas, debajo de aquellas gruesas mantas, intentando
no deshacer la cama. La sacó poco a poco. Al verla vio que el remitente estaba
firmado: Para mis hijos de Mónica. Se planteó leerla allí o esperar a su
hermano, pero la curiosidad y el deseo de leerla lo vencieron. Abrió la carta
con el abrecartas, y se sentó en el escritorio:
Espero
que hayáis tenido suerte y ahora leáis esta carta sin ser presos de los Kalís.
Estaba mirando por la ventana de la habitación de Raúl, desde allí con los
prismáticos puedo ver si llega el cartero, lo hago todas las mañanas. Vi un
grupo de personas aproximándose al pueblo, estaban muy lejos pero conseguí
adivinar quienes eran gracias al símbolo que alzaban orgullosamente. Al verlos
decidí escribir esta carta. Sabía que irían a por mí, que esto sería lo único
que me daría tiempo a hacer, perdonadme por no haber corrido hacia el instituto
a avisaros. Vuestro padre me enviaba cartas muy extensas y algunas con imágenes
sobre lo que sucedía más allá de está nieve, en ella me contó lo de los Kalís y
me mostró su símbolo, yo os contaba algunas cosas que veía interesante que
supierais, no quería entristeceros. Los Kalís son un grupo de bandidos que van
de sitio en sitio saqueándolo y haciéndolo suyo, son machistas, están
compuestos por hombres solamente, según cuenta papa usan a las mujeres de
criadas. Supongo que os habréis escondido en el instituto, sois muy
inteligentes, no me cabe duda que esos rufianes no os tocaran. No puedo
escribir mucho pues haría bulto entre las sabanas, coged la cartilla familiar,
todo el dinero, no os preocupéis vuestro padre está metiendo dinero, cuando
podáis la usáis, en cuanto este libre os buscaré, os lo prometo. Os quiero
muchísimo, no olvidéis lo mucho que os queremos vuestro padre y yo, mucha
suerte.
El papel
de la carta y algunas letras estaban difuminados, su madre había llorado al
escribir aquella carta. Raúl lloraba intensamente pero intentaba no ensuciar la
carta, la guardó en su sobre y se puso a llorar en su escritorio, enterró la
cabeza entre sus brazos y reprimió todo lo que pudo aquella angustia, no hacía
ningún sonido, sin embargo en su interior se encontraba la mayor de las
tormentas que había tenido. Perdió la noción del tiempo, miró su reloj, había
permanecido en esa postura durante dos horas, llegaba tarde a la caza. Cogió
las cosas por las que había venido, guardo la carta en uno de los bolsillos
internos de su chaquetón y se dirigió al instituto. El instituto tenía tres
entradas, por su suerte la clase que ellos utilizaban estaba muy cerca de una
de ellas, en concreto la tercera, daba directamente al pasillo por la que se
accedía a la clase. En la puerta lo esperaba Elisa, estaba practicando con el
arco, intentaba dar en una marca que había puesto en un árbol. Al verlo se
detuvo y lo contempló.
- Llegas
tarde y lo peor te has ido sin avisar.- tenía una mano apoyada en la cadera y
con la otra sujetaba el arco.
- Lo
siento, traigo unas cosas para limpiar, para asearnos, una plancha.- sonreía al
decir aquellas cosas, pretendía mostrar felicidad por sus logros.
- ¿Qué te
ha sucedido? Estás triste.- Raúl paró, nunca nadie antes le había descubierto
al usar aquella treta, y antes de salir de su casa se miró en el espejo, no
había indicios de su pena en su rostro.
- ¿Cómo…?-
quiso preguntarle como le había descubierto pero no quiso saberlo, no quería
hablar de cosas banales- Eres mi compañera para casi todo así que no debo tener
confianza contigo, mi madre vio que se acercaban los Kalís y nos dejó una carta
a mi y a mi hermano.- Entró en e instituto para dejar sus cosas, Elisa no lo
acompañó volvió a practicar con el arco.
La clase
estaba ocupada por los seis niños y Clara, ella estaba leyendo un cuento, los
niños se aburrían pues ella lo leía de forma inexpresiva, no había hablado
apenas, solo para lo que era necesario. Raúl dejó las cosas en una mesa y salió
para regresar juntó a Elisa.
- Vas
mejoran, pronto seremos los dos quienes cacemos.- dijo esbozando una sonrisa
forzada.
- No, aún
me queda lo más importante, aprender a quien debo cazar.- lo miró, su sonrisa
parecía sincera, nada daba indicios de que estuviese triste, sin embargo había
algo, no sabía lo que era pero lo había- Es algo innato en mí, cuando conozco a
una persona veo sus verdaderos sentimientos aunque intenten
disimularlo.-guardó, las flechas y se dispuso para ir a la cacería, Raúl lo
había hecho mientras ella hablaba- ¿Sabes qué debemos cazar mucho, porque tu
hermano dice que necesitamos provisiones para todo el invierno?
- Sí.
- Pues
vamos rápido que hemos perdido mucho tiempo y no quiero ver a tu hermano
enfadado.
Raúl rio
y ella no pudo evitar reír también, Raúl la miró y le dio un abrazo por el
hombro. Elisa era bastante alta para su edad, aunque Raúl apenas empezaba a
conocerla, por alguna razón ella nunca había hablado con nadie de cuarto.
Avanzaron por el bosque, entre susurros Raúl le contaba los secretos que
conocía sobre los animales; como conocer su edad, sexo, si está en cinta, si
está enfermo. En más de una ocasión le dejó el arco y ella acertó limpiamente.
De él había aprendido los lugares en los que cada especie de animales moría rápidamente
y sin llegar a sufrir. La primera vez que mató a un animal, fue a un jabalí,
era mayor pero estaba gordo y fuerte, se echo a llorar sobre el animal
pidiéndole perdón. Raúl la consoló, como él le había enseñado; no cazaban por
diversión si no para comer. Para ella aquellas palabras habían sido muy
gratificantes, había aprendido a admirarlo con todo su ser.
Llegaron
a la hora de comer, todos estaban comiendo, Susana al verlos se levantó y les
sirvió sus platos. Ellos dejaron las presas en una caja, debían quitarle la
piel y limpiarlas antes de guardarlas en el congelador. En la mesa estaban
todos muy serios, por la ventana se veía que comenzaba a nevar. Elisa y Raúl se
sentaron, no quisieron romper el silencio y se pusieron a comer.
- ¿A dónde
has ido esta mañana, nos tenías muy preocupados?- comentó Susana tranquila, sin
ningún reproche de por medio.
- Fui a mi
casa y traje lo que hay en aquella mesa, son utensilios de limpieza, de baño y
demás.
- Tenemos
un problema, las máquinas quitanieves, se las han llevado todas, no queda
ninguna, debemos limpiar las calles que más utilicemos para no quedar
atrapados. Y no vuelvas a salir sin avisar, y mucho menos llegues tarde a tus
funciones.-dijo Diego.
- Perdón,
no lo volveré a hacer. Raúl toma, es de mamá, la encontré en casa.-Raúl comenzó
a leer la carta, los demás veían como lloraba frente al papel. Al terminar se
la devolvió.
- Debemos
ir a nuestras casas e intentar poner las cosas en su sitio, coger lo que nos
resulte útil o valioso.-fue lo único que dijo, se levantó, se puso su chaquetón
y salió de allí sin decir nada.
- Está
nevando, es peligroso que vaya por ahí.- dijo Susana.
- Lo sé,
pero conociéndolo habrá ido al sótano, no le gusta e frío.-dijo Raúl.
Cuando
terminaron de cenar, Elisa y Raúl se quedaron limpiando las pieles, mientras
Susana fue con su hermana y los demás miembros de secundaría hacia sus casas.
Con unas carretillas se llevaron mantas, álbumes de fotos, recuerdos pequeños
que les podrían acompañar toda la vida… Intentaron dejar sus casas como siempre
habían estado, no tenían mucho tiempo por lo que apenas fueron pequeños apaños.
Avanzaban con dificultad, a pesar de llevar un calzado especial para aquellas
situaciones. Nevaba poca cantidad y eso por aquellas tierras quería decir que
pronto nevería excesivamente. Cuando llegaron vieron que Raúl y Elisa habían puesto
camas literas, permitiendo así espacio a cuatro camas más y que ninguno de
ellos tuviese que dormir con otro, aunque las camas eran bastante anchas.
Susana se fijó mejor y las reconoció, era del albergue para jóvenes que no
habían terminado de construir, blancas camas de metal forjado de gran calidad,
a pesar de que los niños saltaban en ellas no hacían ningún sonido. Clara
estaba sentada en un sillón de tela que parecía bastante mullido y confortable,
había otros dos, un sofá y una preciosa mesa de roble, todo a juego por lo que
supuso que era de alguna casa. En el suelo había extendida una alfombra de piel
de oso, parecía muy real pero se notaba que era sintética, Raúl le habría
quitado la cabeza para que los niños no se asustasen, ya que no tenía. Toda esa
zona tenía aspecto de salón, daba para el conducto por el que entraba el calor,
una gran reja de metal en medio bajo la
pizarra, justo en el centro de ella. Había otro conducto en la parte opuesta a
la sala, junto a las camas, frente a la cama de matrimonio en la que dormían
los niños. Las ventanas habían sido selladas excepto las de los extremos. Todo
estaba muy bien colocado y de una forma muy acogedora. Susana se sentó en uno
de los sillones y puso en la mesa las cosas que había traído de su casa, buscó
en un joyero de madera, su hermana la observaba atentamente, sacó un colgante
de oro con una pequeña gema que ahora colgaba delicadamente como si fuese la
más fina de las joyas. Era “Belleza” la joya familiar, de generación en
generación había pasado de madre a hija, tratada con gran cariño y esmero,
tratada como la más valiosa y preciada del mundo, no se sabía ya su vejez ni la
primera en la familia que la tuvo. Susana la miraba, colgaba de su mano,
delicadamente, como una pluma, pertenecía a su madre y está aún no había
decidido cual de ellas se la merecía, pero a ella no le importaba, solo deseaba
recordar a su madre. La hermosa piedra azul brillaba reflectando la luz de la
linterna de camping que había en la mesa, el fino collar de oro parecía no poder
sostenerla.
- No
creerás que eres tú la que te la mereces, ¿verdad?- dijo la hermana de Susana
mirándola con profundo odio.
- ¡Hilary!-chilló-
¿Cómo te atreves a pensar algo así? Mamá aún no lo había decidido y yo no soy
nadie para ello, solo quería recordar a mamá.- agachó la cabeza, se había
alterado mucho y algunos niños se habían asustado de su reacción y ahora
lloraban desconsoladamente a los pies de Clara.
- No me lo
había imaginado, lo siento.-hizo un pausa y vio como su hermana volvía a mirar
la joya- Yo también la echo de menos.
Susana no
respondió, no vio la necesidad, guardo la joya en su estuche forrado de tela y
la introdujo en el joyero. Estaba guardando sus cosas en una de sus taquillas
cuando llegó Raúl. Entraba de espaldas y portaba un mueble junto a Elisa, ambos
lo colocaron en la pared opuesta a la que se encontraba ella, era uno de esos
muebles clásicos en los que se guardaba la cubertería. Raúl la miró y le hizo
un gesto señalando que era suyo, ella se había ofrecido a ser la cocinera, le
gustaba cocinar y lo prefería a limpiar aquella clase. Aquella clase
rectangular que se había convertido en su hogar, dos paredes largas y otras de
tamaño normal, solo una de las largas tenía ventanas, su opuesta tenía una
puerta en el extremo opuesto a la pizarra y el resto de ella estaba cubierto de
taquillas. En las otras dos estaba la calefacción, una debajo de una enorme
pizarra y la otra bajo una pared desnuda. Todavía no se acostumbraba a aquello,
para ella era como dar vueltas en una atracción de feria. Elisa reía
ampliamente con Raúl, parecían haber disfrutado mucho amueblando la clase, era
enternecedor ver como se hacían gracia el uno al otro. Diego se percató de
algo, no podía ser, aquella niña de piel morena, ojos marrones y una sonrisa
encantadora, aquella niña no podía estar enamorada de Raúl. La puerta estaba
abierta y nadie se había percatado de su llegada, entró y la cerró tras él.
- ¿A quién
le toca esta noche cuidar de la caldera?-dijo Diego como si de un saludo se
tratase.
- A mí,
cogeré un colchón y me lo llevaré al sótano, no creo que sea bueno para los
niños escuchar como me despierta una alarma cada dos horas.- dijo Susana
aproximándose a él.
- No te
preocupes, Raúl y yo hemos puesto allí toda una cama con su mesita de noche y
todo.- Elisa seguía con las gracias, aunque la expresión de Diego le devolvió
toda su seriedad.
- Muy buena
idea, así hay que hacer las cosas, con cabeza.- dijo Diego sentándose en un
sillón- Ya es hora de comer, ¿no?
- Voy.- fue
lo único que dijo Susana y salió de la clase.
Bajó las
escaleras, como de costumbre ese lugar estaba demasiado caliente, antes de
entrar se quitaba todos los abrigos y los dejaba en uno de los estantes de la
habitación por la que se accedía al sótano. Se acercó a la caldera, junto a
ella había una extraña cocina de metal, era de las antiguas, funcionaba con
leña. Sería una de las cosas que había traído Raúl, busco entre la oscuridad
con su linterna de mano y allí la vio, junto a la escalera de hormigón, allí
estaba “la cama con su mesita de noche”. Alzó la vista y vio a Raúl, bajaba
apoyado en el pasamano. Ella le dedicó
una sonrisa y él respondió de la misma forma.
- ¿Necesitas
ayuda con tu nueva cocina?-preguntó con tono burlón.
- Sí,
estaba dudando si encenderla-dijo con ironía-¿Quién la ha puesto? Porque si ha
sido tu hermano seguro que me muero aquí asfixiada.
- No se
preocupe usted, la he puesto yo, ves por donde he conectado los conductos de
escape del humo, además ya la he probado y resulta que esa tubería conducía a
una de las clases, la pared se pondrá negra pero no importa.
- Muy
inteligente-lo miró, estaba tan bello como siempre, él deslumbraba por cada uno
de sus poros, de pequeño había sido modelo, pero ahora de mayor él se negaba,
aunque su madre se oponía. Ella decía “tanta belleza no puede ser desperdiciada”
y a medida que crecía eso se hacía más real y ganaba intensidad- ¿Solucionaste
el problema de los baños?
- Sí, en
una de las casa encontré el otro día un calentador de agua que funcionaba con
un generador. Solo hay que recargar la batería por las mañanas y se activará.
No es muy complejo, mueves la manivela en dirección de las agujas del reloj, se
carga la batería y le das a un botón y el hielo se convierte en agua caliente.
Si se estropea no se como repararla pero nos las apañaremos, ahora en la cena
se lo explicaré a los demás y por fin podremos bañarnos con agua calientes y no
con una palangana.-a medida que hablaba su voz se fue haciendo más dulce y
débil, inconscientemente se había acercado a ella y ahora casi rozaban sus
narices.
- Voy a
hacer la cena, hoy tenemos verduras.- su voz sonó como un soplo, se apartó
despacio de él, muchas veces le ocurría que se perdía en su mirada y no se
enteraba de que le había dicho él, por su suerte había salido del trance para
oír que lo repetiría en la cena.
Raúl se
había marchado ya, ella soltó un gran suspiro, se había ruborizado tanto que no
sabía muy bien lo que había pasado. No era la primera vez, otras veces le había
contestado cosas sin sentido, por suerte esta vez no había hablado hasta
regresar a la normalidad. Era extraño que alguien te contestase cosas como
“hace un buen día” cuando alguien te preguntaba cual iba a ser tu almuerzo. No
podía evitarlo aquellos ojos azules como el cielo la hacían volar hasta tal
altura que ya no veía el suelo que debía pisar. Nadie sabía que ella estaba
enamorada de él, por lo menos ella nunca se lo había declarado a nadie. Raúl
siempre estaba rodeado de chicas, de todas las edades, nacionalidades y en
todas las épocas del año, era el chico más guapo del instituto según su propia
revista escolar, las chicas así lo habían votado-Susana todavía conservaba la
portada de la revista en la que estaba impresa una foto suya con la frase “El
más guapo”. Sin embargo ella no había sido como las demás, ello nunca lo había
acosado, roto la camisa, espiado en los cuartos de baño, ella nunca había hecho
eso. Recordaba el día en que se conocieron como si se hubiese tratado del día
anterior. Estaba en tercero de primaria, en el colegio habían realizado una
clase avanzada para los alumnos que destacasen, y allí estaba él, sentado en
una silla junto a ella todos los lunes a tercera hora. Fue él quien comenzó a
hablar, era un chico extrovertido, con el que ella siempre reía. Su madre fue
al colegio al siguiente día para preguntar que hacían en esas clases, que su
hija estaba riendo y ella era muy sería, quería saber cual era su motivo. Fue
él quien le enseñó lugares ocultos en el bosque, con quien vio a una loba
salvaje dar a luz a sus crías. Ella se enamoró a primera vista pero él la
mayoría de las veces parecía querer esquivarla, ella se contentaba, pues cuando
volvía a hablar con ella lo hacía con mucho animo. Él le había dicho cientos de veces que era su
mejor amiga, que le contaba todos sus secretos. Ella lo consolaba muchas veces,
a Raúl le costaba andar por los pasillos, todas se abalanzaban hacia él, y eso
lo deprimía, decía que se sentía como un objeto, y que a nadie le importaba
como fuese por dentro. A ella sí le importaba, amaba más a su ser interior que
al exterior, aunque era consciente de que apenas lo conocía pues él siempre
cuidaba mucho que nadie supiese que rondaba por su cabeza. Susana se llevó la
mano al ojo izquierdo. Recordó el día en que por defenderlo de unas niñas
recibió un puñetazo, Raúl la consolaba, lloraba e intentaba que dejase de
sangrar la herida. Ese día se portó muy mal con él.
- Lo
siento, de verdad.- Raúl lloraba, su voz sonaba afónica y algunas lágrimas
entraban en su boca.
- Yo solo
quería que no te quitasen la camisa-Susana tenía tapado el ojo con las dos manos
y lloraba por el otro-. Porque tienes que tener abdominales, pectorales y lo
que sea que tengas…Sé que te gusta hacer ejercicio pero si sabes que te suceden
esas cosas no lo hagas.
Raúl
enmudeció, su madre apareció en su casa por la tarde con un ramo de rosas,
decía que su hijo quería pedir disculpas por medio de ese obsequio. Ya nunca
más volvió a pisar el polideportivo del pueblo. Nunca había sido capaz de
perdonarse aquel día, sin embargo él hizo como si nada, aunque solo volvió a
hablar con ella cuando desapareció la herida.
Entró en
la clase, tenía una gran bandeja en las manos, había hecho ensalada y pizzas.
Aunque había un mantel la mesa y las sillas seguían siendo los escritorios y
las sillas del instituto. Todo estaba preparado para que ella llegase.
- Se han
enfriado un poco por el camino pero creo que siguen aceptables.-dijo Susana.
- No te
preocupes, si las has hecho tú estarán buenísimas.- dijo Ángel como si fuese
muy mayor.
Todos
rieron-excepto Clara- y se sentaron en la mesa a comer. Raúl explicó el
funcionamiento de la ducha a todos, Susana cogió un papel y realizó el turno
por horas, sin darse cuenta realizó un horario para cada uno, en el que decía
que tareas debía hacer, la hora a la que comenzaba y acababa cada una. Repartió
lo horarios a cada uno e hizo como si lo tuviese todo planeado.
- Espera,
yo no voy a seguir cuidando niños pequeños.-dijo Clara fríamente.
- Entonces
cambiaré los horarios, ¿Qué es lo que quieres hacer tú?-dijo mirando a Clara.
- Lo mismo
que todos, todos debemos hacer un poco de todo.- contestó simplemente.
- Mi madre
decía que los niños necesitan unas figuras paternas fijas, no es bueno
cambiarla cada dos horas.-dijo Elisa.
- Cierto,
bueno…seré yo la figura materna, pero necesitamos una paterna-ninguno de los
hermanos contestó- No implica que seáis mi pareja.
- No es ese
el problema, es que somos muy jóvenes para ser padres, y de tantos niños.-dijo
Diego.
- Madre
soltera, no necesitamos complicarnos la vida.-dijo Clara.
- Está
bien, yo cuidaré de ellos, pero eso ocupa muchas horas y yo no deseo estar aquí
todo el tiempo…
- Pues
estaremos algunos ratos con ellos, tú podrás cazar o lo que quieras…-dijo Nick-
como sus hermanos mayores.
- Cierto-hizo
una mueca con la nariz- ¿Quién se ofrece voluntario de hermano mayor?-dijo de
forma divertida.
Nick y
Elisa levantaron la mano, Dave seguía sin integrarse muy bien en el grupo.
Susana aceptó, dos podrían hacer el trabajo de ella perfectamente, además Elisa
había demostrado ser muy responsable.
La mañana
comenzó, el sol ya salía, Susana lo veía por la pequeña ventana del sótano, si
alguien pasase por allí solo le vería los pies, pero por ella entraba claridad
y el sótano se ventilaba. Se levantó de la cama, era muy cómoda y reconfortante
pero se había levantado cada dos horas. Sacó una tetera de uno de los armarios
que habían puesto para la cocina y comenzó a hacer café, puso un tarro en la
bandeja más grande, el tarro contenía galletas que había estado preparando por
la noche, puso a calentar leche, puso el azúcar en la bandeja pequeña, cuando
la cafetera silbó la puso en la bandeja pequeña. Raúl bajó por las escaleras,
bostezaba de tal forma que Susana estuvo a punto de decir “que mono”, él se
acercó a ella le dio los buenos días y se llevó la bandeja pequeña, ella apagó
la cocina, puso la leche en la bandeja grande y se la llevó hacia arriba.
Elisa
vestía a una niña en una esquina, Susana sonrió, pues pensó “ya hace de hermana
mayor”, se quedó muy sorprendida al ver que Nick estaba con los dos niños e
intentaba vestirlos, dejó la bandeja en lo que ahora llamaban comedor y se
acercó a él para ayudarlo. Clara entró vestida con un abrigó de piel y lo colgó
en el perchero que habían colocado esa mañana, porque Susana era la primera vez
que lo veía. Cuando terminó de vestir a los niños se sentó con ellos en la mesa
y los ayudó a comer. Raúl la miraba, aunque contaba con la ayuda de los
“hermanos mayores” no tenía mucho respiro, después de haber dormido tan mal
ahora estaba cuidando de todos ellos, y no pudo moverse pues se quedó helado al
escuchar que ella decía que era la madre y quien el padre, su alma deseaba
gritar “yo” pero su cuerpo se quedó inmóvil durante minutos.
- Según mi
horario debo quitar la nieve de la entrada y tú, Diego, debes quitarla de la
calle principal, la que usamos todos los días.-Clara sorbió un poco de su café-
Y tú, Raúl, debes recoger madera, hay que moverse rápido el invierno se nos
echa en cima.
Nadie
hizo comentario alguno, se quedaron anonadados al ver la energía de la que
llevaba días sin hablar.
Susana
planchaba en la clase, junto con los niños, Raúl lavaba ropa a mano en el
sótano- por suerte para él era un sitio muy amplio, como tres clases juntas, si
no hubiese tenido que lavar en el servicio y con aquellas temperaturas mojarse
no era muy recomendado. Elisa ejercía de hermana mayor junto con Nick y Hilary
buscaba comida u objetos por las casa junto con Dave. Así había comenzado la
primera mañana planificada, unos limpiando, otros quitando nieve… y los niños
jugando… Ellos suponían un gran problema para el grupo, les retrasaba, pero no
podían descuidarlos. Raúl había puesto a secar la ropa en un cordel que habían
puesto en el sótano, allí con la temperatura de la caldera tardaría apenas unas
horas en secarse, según su horario, le tocaba ir de caza con su compañera,
Elisa.
Elisa estaba
doblando ropa cuando vio que los niños habían dejado de lado a Ana, la única
niña, quería jugar con muñecas, llevaba días jugando con animales de plástico
porque los niños no querían otra cosa. Ana tenía cinco años, era la mediana de
los tres, había jugado a lo que ellos querían desde el principio pero ahora
estaba cansada y jugaba sola en una esquina de la alfombra, hacia bailar a su
muñeca como si fuera una bailarina de ballet. Miró a Susana, ella también se
había percatado, le hizo un gesto para indicarle que iba a jugar con la
niña-“asqueroso machismo” pensó-, pero cuando volvió a mirar a la niña vio que
estaba jugando con Raúl, ahora reía a carcajadas. Él tenía una gran sonrisa en
el rostro y realizaba muecas con la cara para hacerla reír, en una mano llevaba
uno de los muñecos de Ana, pero esta se había olvidado de ellos y solo pedía
que le hiciera reír más. Los dos niños los miraron y se acercaron, cogieron un
muñeco e intentaron jugar también, pero Raúl parecía estar solamente con Ana,
con la que no cortaba ni un momento la mirada. Susana se acercó y se puso a
jugar con los niños, entonces Ana cogió su muñeca y entró en el juego, Raúl
miró a Elisa, se ponía su chaquetón, preparada para cazar.
Se
adentraron en el bosque, la nieve nevada del día anterior ya estaba dura, no se
veían muchas pisadas, todo parecía limpio, como si por allí solo viviese la
nieve y aquellos arboles que parecían vestirse con ella. Muy abrigados y
caminando sigilosamente, Elisa miraba a todos los lados que podía, solo veía un
bosque lleno de nieve, aunque ella pensaba que era un bosque de nieve con
árboles. Suspiró profunda y silenciosamente, llevaban un cuarto de hora andando
sin resultado, en los días anteriores habían cazado en menos de cinco minutos.
Miró a Raúl, estaba con su chaquetón fino, su gorro polar, llevaba las manos
descubiertas, necesitaba ser ágil para usar el arco. De repente se movió rápido
y silencioso y en parpadear de ojos soltó una flecha, ella solo pensó “si ni
siquiera estaba cargado el arco”. Sin embargo su tiro fue certero, el jabalí
murió rápido y lo más indoloro posible. Ella abrió la boca y él rio, se acercó
al jabalí y se lo llevó con una gran sonrisa.
- ¿Cómo lo
has visto?
- He visto
un montón de animales, pero eran muy pequeños o no merecían la pena.
- Sé que
eres amante de los animales y eso, pero necesitamos comer… espera, he visto a
tu hermano cazar, tú eres mejor, porque dejas que él diga lo contrario.
- Porque
para él soy peor porque tengo muchos escrúpulos para cazar, pero hoy no me fijo
en la edad, me fijo en que están medio muertos de frio, ese no.-señaló al
jabalí- No nos iban a alimentar.
- Comprendo.
Siguieron
avanzando, el silencio predominaba, la vida se había apagado, estaba congelada.
Elisa miraba, aprendía y cargaba con los animales cazados, llevaban muchos, a
pesar de lo mal que habían empezado. Elisa vio un arbusto moverse, Raúl se
encontraba de espaldas en ese momento y demasiado lejos como para decirle que
se acercara, el animal se escaparía. Ella se acercó al arbusto, se agachó un
poco e intentó ver a su presa, Raúl le había dado un arco a ella por lo que
podría cazarlo perfectamente. Raúl se volvió, Elisa parecía buscar a su presa
entre unos arbustos, el arbusto se movió y a Raúl se le encogió el corazón como
si una garra de hielo lo hubiese aferrado sin querer soltarlo, conocía ese
movimiento. Inmediatamente corrió hacia Elisa gritando que se alejara, un oso negro
se alzó en ese instante, estaba herido, sangraba, pero un gruñido demostró la
fiereza y fuerza que aún conservaba. Elisa retrocedió todo lo rápido que pudo,
vio que el oso iba a atacarla, gritó desesperadamente y cerró los ojos. Un
golpe, un golpe en el costado le hizo abrirlos de nuevo, estaba tendida en el
suelo a unos metros de donde se encontraba antes, Raúl la había lanzado hacia
atrás, ahora se defendía a duras penas del oso, llevaba un machete en la mano
izquierda, cada vez que el oso pretendía darle un zarpazo él lo interponía
entre ambos y le causaba un gran dolor, pero el oso no parecía querer dejarlo
marchar. Raúl era consciente de que si intentaba escapar, de que si intentaba
moverse y perdía tan solo un instante la atención en las garras del oso
acabaría asesinado por ellas. No podía aguantar mucho más, la fuerza del oso
era muy superior a la de él, la idea de la muerte se introdujo en su cabeza,
aunque tenía el consuelo de haber salvado a Elisa, la muñeca le crujió y el
machete cayó al suelo. Miró al oso de nuevo y vio que una flecha entraba en su
ojo y otra había perforado su garganta. El oso cayó al suelo tendido, alguien
lo abrazó fuertemente por la espalda, era Elisa, lloraba desconsoladamente,
llevaba el arco en la mano, había sido ella quien había acabado con el que iba
a ser su asesino, él se giró y la abrazó fuertemente, no lloró, el miedo, el
pánico, todo ello corría por sus venas pero no necesitaba llorar para
calmarlos. Poco a poco se fueron recuperando, Elisa tardó un poco más pero
acabó sonriendo cuando Raúl le dijo que gracias a ella tenía mucha comida y que
era la mejor cazadora de todos. Fueron al instituto por una carretilla,
regresaron al sitio donde estaba el oso muerto, lo subieron a ella como
pudieron y corrieron de vuelta al instituto, era la hora de limpiar lo que
habían conseguido según su horario y como de costumbre encontrarían a Diego
pavoneándose de su destreza en la caza.
Así fue,
él estaba pavoneándose cuando llegaron ellos con todas sus presas. Diego
enmudeció al ver al oso.
- ¿Cómo lo
habéis cazado?-dijo Diego.
- Nos atacó
y Elisa lo mató, es la mejor cazadora de todos nosotros.- dijo Raúl elogiándola
exageradamente para provocar risas.
- Habéis
tenido suerte, es un oso joven y estaba herido, sino hubierais muerto, más
cuidado la próxima vez.- dijo Clara soltando en el suelo un sacó con sus
presas.
La
conversación concluyó con esa frase, últimamente ella siempre tenía la última
palabra, pero Raúl se volvió hacia Elisa y le guiñó un ojo. Tardaron horas en
“limpiar” todas las presas, dedicaron más tiempo al oso pues apenas tenían
experiencia en aquellas cosas. Poco a poco el congelador del instituto se
estaba llenando de comida o provisiones para el invierno, el congelador estaba
a un pasillo de distancia de la clase en la que ellos vivían. Susana leía un
cuento a los niños, Nick, Hilary y Dave sacaban los escritorios que hasta ahora
habían servido de comedor, Raúl y Elisa habían encontrado unos muebles de
comedor apropiados para ellos. Diego miraba el álbum de fotos de su familia,
Clara miraba por la ventana como si el tiempo no pasase, apoyaba la cabeza
sobre su mano y su rostro no mostraba ningún sentimiento. Instalaron el comedor
y Susana sirvió la comida, una sopa caliente. Todos comieron, el almuerzo
resultó muy serio, nadie hablaba, a Susana le recordó cuando estaban en su
casa, cuando su madre no hablaba.
- ¿Lo
pasasteis muy mal cuando os atacó el oso?-fue lo primero que se le ocurrió.
- Bastante,
por suerte tengo a mi gran compañera que me salvó la vida.-Raúl sonreía al
decir aquellas palabras y miraba a Elisa, ambos estaban muy unidos.
- Bueno eso
después de que tú me la salvases.-dijo Elisa riendo sintiéndose cómplice de su
gracia.
- Lo bueno
es que no sucedió ninguna tragedia-Susana sorbió de su cuchara- Por cierto esta
tarde me gustaría hacer algunas cosas personales, ¿Quién podría quedarse con lo
niños?
- Sus
hermanos mayores como debe ser.-dijo Elisa y Nick asintió a su afirmación.
- Yo iré a
buscar leña y limpiaré las calles de nieve.- dijo Diego levantándose de la
silla y marchándose del lugar.
- Yo
cazaré, no pienso perder el tiempo, necesitamos más comida si queremos llegar a
marzo.-dijo Clara levantándose y acompañando a Diego.
- Me
quedaré aquí con los niños, puedes estar tranquila.- dijo Raúl mirándola con
ternura.
- Dave,
necesito que vengas conmigo, así que vamos.- Susana lo dijo de una forma muy
autoritaria, ella no solía expresar así sus deseos pero aun así su dulzura
rodeaba aquellas palabras, Dave se levantó y la siguió.
Susana
caminó por las calles durante largo tiempo, se detuvo frente a una pintoresca
casa, Dave la miró confundido, esa era su casa. Ella sacó de su bolsillo un
manojo de llaves y abrió la puerta, ambos entraron, la casa no había sido
recogida.
- Como
imaginaba, no has recogido tu casa, incluso te ha costado entrar aquí-ella lo
miró y vio que sus ojos se llenaban de lágrimas- Ven sentémonos.-ambos se
sentaron en un sofá, Dave seguía mudo pero algunas lágrimas rodaban por sus
mejillas.- ¿Vas a contarme tu pena o te quedarás callado para siempre?
- El día en
que los Kalís se llevaron a mi madre, ese día discutí con ella le dije cosas
que jamás debería habérselas dicho, yo era lo único que le quedaba, jamás me lo
perdonaré.-estalló a llorar con el pecho encogido, Susana lo abrazó, comenzó a
mecerlo y le cantó suavemente.
Dave
acabó dormido entre sus manos, ella también había llorado, podía imaginarse lo
que era haber perdido a su madre después de discutir con ella, ella discutió
con su padre antes de que él se marchase, no lo había insultado pero se había
excedido con él al replicarle de que se marchase. Lo dejó tendido en el sofá
con mucho cuidado, buscó una manta y lo tapo, comenzó a recoger su casa y poner
sobre la mesa lo que ella consideraba que hubiese podido ser de valor
sentimental para él. Una foto, un álbum, un peluche, un joyero, un cuadro y un
reloj de bolsillo que parecía muy viejo pero que aún funcionaba. Dave se
despertó, ella estaba sentada en el sillón, junto a él, sonreía abiertamente,
él simplemente agachó la cabeza.
- Dave, por
mucho que le hubieses dicho ella nunca se enfadaría contigo, seguramente este
deseando verte y estrecharte en sus brazos, yo tampoco puedo perdonarme haber
discutido con mi padre cuando él se fue, pero espero a que venga para poder
pedirle perdón yo misma, mientras tanto hago todo lo posible para que cuando
vuelvan todos vean que he sido feliz y una gran persona. No creo que tus padres
deseen verte así de triste, debes buscar lo bueno en cualquier parte, siempre
hay algo bueno.
- Están
todos muertos-miró a Susana- mi padre murió el año pasado de cáncer y los Kalís
las matarían a todas antes de dejarlas volver.
- Con doce
años no deberías pensar así.-Susana estaba pálida, ella lo había pensado
cientos de veces.
- Tengo
once, voy un curso adelantado.-suspiró-pero tienes razón, ¿Regresamos a
casa?-Dave cogió unas cosas de la mesa y se levantó.
- Claro.
En la
puerta de la clase había una guirnalda, Susana entró, detrás la seguía Dave,
los niños sonreían, cantaban canciones navideñas y jugaba con un peluche de un
Papá Noel. Raúl estaba sobre una silla y colocaba una larga tira de espumillón
por el techo, había decorado con la ayuda de Elisa toda la clase. Las navidades
habían llegado para ellos, un pequeño árbol de plástico, espumillón, pequeños
trineos, y la entrada de la calefacción que estaba en el “salón” parecía una
perfecta chimenea de navidad, con sus calcetines colgados, luces navideñas y
una cajita de música con una canción navideña que inundaba con el espíritu
navideño.
- ¿De donde
has sacado todo esto?-dijo Susana sorprendida.
- De las
casas, un poco de una y un poco de la otra y la decoración perfecta.- la miró,
estaba radiante y miraba a todas partes- Nosotros también tenemos derecho a
unas navidades.-paró Susana lo abrazó fuertemente, estaba llorando y parecía no
querer mostrárselo a nadie, él intentó corresponderla pero esta vez no se dejo
llevar por su amor, pues todos los estaban mirando.
- Gracias.
Los niños
pequeños se acercaron y se unieron al abrazo, los demás los siguieron.
Diego
entró y contempló la escena, una sonrisa se le dibujó en el rostro, era típico
de su hermano, capaz de actuar en los peores momentos, tratar de sobrevivir a
un invierno y no olvidarse de aquellos detalles que a nadie se le hubiese
pasado por la cabeza; la navidad, que parecía un cuento de hadas y ahora estaba
allí, tan hermosa como siempre, o incluso más porque está había crecido de las
ruinas que ahora eran sus vidas. Se acercó y los acompañó a todos.
Un puñado
de personas abrazando a Raúl, eso vio Clara, la cual se alejó de la ventana y
entró en el instituto. No pensaba interrumpir aquella escena, iba a guardar sus
presas en el congelador. Cuando volvió a entrar todos estaban comiendo, Susana
se levantó y le puso su plato, ella no dijo nada.
- Los niños
duermen con una gran sonrisa, están muy contentos por poder disfrutar de
esto.-dijo Susana, una hermosa sonrisa florecía en su rostro, Raúl deseaba
abrazarla con todas sus fuerzas y se encontraba a tan pocos centímetros de ella.
- Con todo
lo que teníamos planeado hacer y la navidad no figuraba por ningún sitio, ¿Cómo
te acordaste?-dijo Diego.
- Lo tenía
pensado desde hace tiempo.-contesto Raúl volviendo a la realidad.
- Cierto,
él ya me lo había comentado cuando estábamos cazando, pero a mí se me ocurrió
que fuera una sorpresa.- dijo Elisa haciéndose destacar.
- Susana,
¿Qué eran esos asuntos personales y por qué te acompañó Dave y yo no?- preguntó
Hilary.
- Es
personal entre ambos, lo siento, pero no tiene nada que ver contigo.-contestó
Susana algo ofendida, desde que sus padres no estaban su relación se había
vuelto muy oscura y ella no sabía porque.
- Ya apenas
encontramos cosas en las casas Dave y yo, ¿Puedo cazar con Clara?-Hilary no
insistió en los asuntos personales de su hermana y Dave.
- Depende,
¿Estarás callada y harás absolutamente lo que yo diga?-dijo Clara sería
demostrando total sinceridad en sus palabras.
- Por
supuesto- Clara asintió y ella sonrió.
- Bueno,
entonces ¿Qué hará Dave?-dijo Raúl mirando al pobre que parecía reflexionar
para sus adentros.
- Puede ser
mi acompañante, a partir de mañana pienso cazar por las tardes y yo también
necesito a un compañero, aunque no me gusta la idea de abandonar las casas,
creo que todavía hay cosas que nos pueden interesar.-dijo Susana.
- Yo me
ocupo de eso, creo que los “hermanos mayores”-remarcó esa palabra para llamar
su atención- no necesitan que alguien los vigile, hacen bien su trabajo.-dijo
Raúl.
- Por
cierto, no sois los primeros en ducharos, ¿a qué estáis esperando? Nosotros
también queremos.-dijo Susana traviesa.
Nick se
levantó, según el horario él era el primero, cogió su ropa para cambiarse y
salió al pasillo. Elisa comenzó a recoger la mesa con Dave, ella notaba algo en
él, ¿alegría, paz? ¿Qué era? No lo sabía. Diego fue al sótano, esa noche él era
el encargado en mantener la caldera, y su turno ya había comenzado. Susana
comenzó a fregar los platos, aunque no le correspondía Raúl la ayudó, hacía
mucho tiempo que no estaban a solas, que no se contaban sus secretos, que no
podía verlo, admíralo, y lo echaba tanto de menos… Hilary tenía su ropa
preparada, era la siguiente, observaba como Clara limpiaba con sumo cuidado sus
dagas, ella era fuerte, dominante, precisa, mientras su hermana…
El
ambiente era cálido, acogedor, los niños dormían, todo estaba muy tranquilo,
oscuro, debía haber pasado una hora por lo menos desde que se habían acostado
todos. Hilary en una de las camas individuales junto a la otra cama litera,
donde dormían Clara y Susana, los niños en la cama de matrimonio entre ambas
camas literas, en la otra cama litera dormía Nick y Raúl, junto a ellos dormía
Elisa en una cama individual y frente a las literas otra cama individual en la
que dormía Nick. Todos dormían excepto Raúl, llevaba desde que la oscuridad se
había apoderado de todo mirando a Susana, apenas la veía, una pequeña linterna
alumbraba la clase, era una linterna que emitía muy poca luz, una linterna que
se usa para que los niños pequeños duerman tranquilos. A Raúl en un principio
no le había agradado la idea pero cuando vio que Susana se acostaba a la misma
altura que él y que por la noche podía verla dormir, entonces le pareció un
inmenso regalo, allí estaba, dormía plácidamente con las manos bajo su mejilla,
ya sabía que solía dormir sin apoyar la cabeza en la almohada-quizás le
resultara más cómodas sus manos, quizás aquella almohada no era buena para ella
y ella como siempre no había querido molestar- su rostro se veía, veía cuando
sonreía en sueños, apenas estaba iluminado pero podía apreciar su belleza,
Susana sin duda tenía una belleza sutil, elegante, divina-eso pensaba Raúl,
ella era una diosa que había bajado de su panteón y ahora alumbraba aquel mundo
en el que los humanos no hacían más que destrozar su belleza-, una diosa, eso
se repetía todas las noches, era su mantra, un mantra que lo llegaba a dejar
dormido, dormido y con aquella frase e imagen en la mente, la de su diosa, su
única diosa. Todo su cuerpo parecía una obra de arte, pómulos perfilados, sus
mejillas suaves y pinceladas, sus ojos que atraían su alma y parecían capaces
de liberarla de su cuerpo. En cierta ocasión Raúl había llegado a sentir
envidia de la sombra de Susana, pues ella siempre podía estar con ella, y eso
era lo que él más ansiaba, sonaba ridículo, pero había deseado ser su sombra
para poder estar con ella. Ella, tan perfecta, tan inalcanzable para él. La
angustia lo inundaba por dentro, pensar lo alto que estaba ella para él le
hacía sufrir de tal forma que prefería no describirlo, necesitaba estar con
ella, la añoraba, aunque nunca habían sido más que amigos y aunque nunca fueran
nada más, pero él necesitaba estar con ella, verla dormir no llenaba el hueco de su corazón que hacia años estaba esperando
ser llenado por su amor, el amor de Susana hacia él, un amor que nunca
llegaría.
Llevaba
bastante tiempo despierta, miraba a Raúl desde hacia rato, su reloj la había
despertado porque debía hacer el desayuno pero ella se había quedado
petrificada en el sitio al verlo, era hermoso, y ella solo podía preguntarse
cada vez que lo veía quien habría podido esculpir aquella obra tan perfecta y
haberle dado vida, ella no tenía mucho aprecio por la fantasía, pero cuando se
trataba de él, su mente, su cuerpo, su todo, se estremecía, convulsionaba y le
hacia perder los papeles. Sacudió la cabeza y consiguió apartar la mirada de
Raúl, pero ansiaba seguir mirándola, dormido, con una sonrisa que la hacía
temblar, esos labios, cuanto deseaba ella tocarlos… y cuanto odiaba aquel frio
que lo obliga a estar tapado. Bajó de la cama sigilosamente, se puso su
chaquetón y fue hasta el sótano, allí la esperaba su cocina y ya tenía pensado
que cocinar, unas deliciosas galletas navideñas, receta de su madre. Bajó las
escaleras, sonreía al pensar en la cara de los niños cuando viesen aquellas
galletas con forma de muñecos de nieve, cuando doblo la esquina su sonrisa
desapareció y lanzó un grito de sorpresa. Diego despertó asustado y confuso,
allí estaba Susana, había gritado.
- ¿Qué
pasa?-preguntó tratando de despejarse.
- ¿Por qué
estás desnudo?- Diego se tapó con la manta tan rápido como ella terminó la
frase, ¿lo había pronunciado con un tono de asco? No lo sabía pero se sintió
ofendido de todas formas.
- Llevo un boxer,
no estoy desnudo. Se levantó de la cama sin ningún escrúpulo y comenzó a
vestirse, observó que Susana se había dado la vuelta y ahora miraba hacia la
pared.- Siento darte tanto asco.-dijo herido y con sarcasmo.
- No es
asco, es que es la primera vez que veo a un hombre con tan poca ropa.-dijo
Susana mirando a la pared.
- ¿No has
visto un bañador?
- Ninguno
tan ceñido.
- Ya puedes
mirar.- Diego la miraba con una sonrisa divertida y algo pícara, estaba
excitado ante la idea de lo que podía haber visto, mientras ella se giraba le
dedicó su sonrisa y subió las escaleras.
Por su
mente pasó la idea de llamarlo guarro pero en parte ella tenía algo de culpa,
debería haber llamado. Su corazón palpitaba fuerte, pero no por lo que había
visto, sino porque había imaginado que algún día bajaba y vería a Raúl en la
misma situación, dudaba mucho de que él fuera tan osado pero lo ansiaba tanto…
Raúl
estaba preparando la mesa para el desayuno, si supiera lo que acaba de
sucederle con Susana seguramente enloquecería, pero no podía hacerlo rabiar
después de haber traído la navidad, ¿qué clase de persona sería? Clara se
peinaba y miraba el rostro en un espejo de mano, permanecía sería y callada,
nunca había sido muy simpática pero ahora ni siquiera parecía humana. Elisa
estaba atando los cordones de sus botas, parecía contenta. Nick ya estaba
preparado para cazar, era un buen aprendiz y muy obediente, a veces se sentía
mal por reprimirle, no podía evitar ser tan exigente, pero después le
recompensaba. No podía creerlo, Dave estaba riendo con Raúl, cosas personales…
había dicho Susana, no necesito pensar más en aquello. Hilary estaba al fondo,
se preparaba para ir a cazar con Clara, parecía muy entusiasmada.
Los niños
corrieron hacia Susana, las galletas habían llamado su atención y ahora
intentaba dejar la bandeja sobre la mesa. Los niños desayunaron primero,
siempre hacían esas cosas primero, comer, dormir, ducharse, vestirse… Los
mayores debían esperar y cuidarlos, ninguno de ellos se consideraba tan grande
como para poder hacerse cargo de un niño, y tenían a tres, pero su gran deseo
de cuidarlos los ayudaba mucho. Era evidente que Elisa había cogido cariño a la
niña, Diego a Ángel y Nick a Tom, el mayor de todos y que afirmaba querer ser
como él.
El
corazón comenzó a latirle fuertemente cuando Raúl se sentó junto a ella, sintió
que sus mejillas comenzaban a arder y no quería que nadie se percatase del
porqué, por lo que se levantó con disimulo y se sentó junto a su hermana. Raúl
sentía como el mundo se derrumbaba sobre él, Susana se había alejado de ella,
lo había rechazado, intentó reprimir las lágrimas con todas sus fuerzas, casi
no lo consigue. Elisa se sentó junto a él y le sonrió de una manera muy
confortante, si era cierto lo que ella decía de si misma sabría perfectamente lo
que rondaba por su cabeza, por su corazón…
Susana
corrió hacia Hilary y la llamó. Iba a acompañar a Clara, la había llamado
varias veces pero ella había echo caso omiso.
- Hilary,
¿Qué te pasa conmigo? Últimamente siento que me desprecias.
- Puede.-
dijo ella mirándola a los ojos con profundo asco.
- ¿Por qué?
¿Qué te he hecho?- la voz de Susana sonó rota, como si se hubiese tragado
varias chinchetas.
- Es obvio,
eres un monstruo, como él, no tienes sentimientos, no te dolió que no quitasen
nuestra familia, y posiblemente la única persona que nos queda no debería ni
hablar contigo por como la trataste cuando se tuvo que ir.-tenía las cejas
arqueadas, demostrándole una gran repulsión.
- No
Hilary, te equivocas, papá nunca nos dejaría de hablar por mucho que le hiciéramos
y yo no soy un monstruo, fue gracias a ti, gracias a ti pude sacar fuerzas y
luchar por no hundirme, para salvarte.- su voz sonaba débil, le costaba salir
de su interior.
- No tienes
corazón, dime ¿Te lo devoró él igual que hizo con el suyo o fuiste tú sola?
- Hilary no
digas esas cosas, tiene corazón, yo tengo corazón, pero somos maduros-titubeó,
no sabía como explicárselo-, no nos dejamos afligir y luchamos por el bienestar
de todos, yo principalmente por ti.
- No quiero
escucharte, hazte a la idea de que para mí no eres mi hermana, ahora voy con
Clara, alguien con verdadero corazón, que lloró la perdida y ahora muestra más
coraje que todos vosotros juntos.
Hilary
dio la espalda a su hermana y avanzó hacia el bosque, Susana escuchó una risa a
su espalda, era Clara.
- Tienes
bastantes problemas ¿eh?- intentó ponerse sería pero no pudo, estaba
disfrutando con aquello- Susana, no deberías juntarte con monstruos y menos
enamorarte de ellos, acabas siendo como ellos, ¿lo entiendes? Pero tu hermana
no es el mayor problema, no para alguien sin corazón, tu mayor problema es
Elisa, está coladita por él y te lo va a quitar, -con ironía- con la cara de
mosquita muerta que tiene. ¿Qué le vamos a hacer?- Clara avanzó hacia el
bosque, en la misma dirección que Hilary.
Susana no
podía hablar, estaba destrozada, creía que su vida se estaba apagando segundo a
segundo, y lo peor, lo que más le atormentaba era la idea de que Elisa le
quitase a Raúl, ¿cómo podía importarle él más que su propia hermana? Agachó la
cabeza y entró en la clase, Dave la ayudaría con las tareas del hogar y con los
niños. Repitiendo en su mente una y otra vez la pregunta que la estaba
atormentando; ¿Cómo podía haber sido Clara su mejor amiga y si verdaderamente
era un monstruo?
Raúl y
Elisa fueron los primeros en entrar en la clase, habían limpiado ya sus presas
y estaban algo llenos de sangre y pelo. Sin embargo sonreían y parecían muy
felices, Dave los miró deseando encontrar un momento para hablar a solas con
Raúl, pero no parecía que se quisieran separar. Cuando llegó Diego, Raúl estaba
poniendo la mesa, Susana había bajado a cocinar, Diego se sentó en el sillón
del que ya había tomado posesión como suyo, parecía muy cansado. Nick comenzó a
jugar con Tom, Elisa jugaba con Ana y Ángel. Entonces vio la oportunidad, Raúl
salía al exterior, decía que iba al servicio, esa era su oportunidad. Fue con
él como el que también necesita ir y cuando se encontraron en el servicio,
antes de que Raúl hiciera sus necesidades, entonces le habló.
- Raúl,
¿podemos hablar? Hay algo que me preocupa y quería contártelo en privado.- su
voz sonaba débil avergonzada, era la primera vez que hablaba con él.
- Claro,
dime.-Raúl tuvo que aclararse la garganta, por el sitio en que se encontraban
se imaginó que era algún problema de relacionado con su salud intima.
- Es
Susana- Raúl se le cruzaron ideas que le quemaban el sentido, ¿aquel niño
estaba enamorado de ella, sentía atracción por ella?- esta mañana cuando todos
os fuisteis, ella, ella llegó muy triste, no ha hablado para nada y parece que
ya no le importasen no los niños, ha estado ausente.- Raúl creía merecer que le
pegaran por haber pensado tan mal de él.
- Vaya es
extraño, ella siempre está feliz y alegre, bueno lo consultaré con ella, muchas
gracias, haré todo lo posible porque vuelva a ser la de siempre te lo
prometo-Dave no podía imaginar la intensidad de sus palabras, imaginar a Susana
triste, para él, peor que ahogarse en el mar.
- Gracias y
siento molestarte, hasta luego.-Dave salió de los servicios con mucha
tranquilidad, era obvió que se había quitado un gran peso de encima, a Raúl le
costó volver a centrarse, ¿Qué podía hacer que la hermosa sonrisa de su diosa
desapareciera?
Un gran
almuerzo, y un corto descanso, Susana recogió rápido y lo dejó todo listo, era
evidente que quería salir de caza. Raúl la vio partir con Dave, él lo miró y le
sonrió, todo debía salir según su plan. Susana andaba con paso firme y ligero,
había conseguido una buena captura, Dave intentaba equilibrar su peso en la
nieve, él estaba cargando con todo, normalmente Susana era más considerada.
Entonces lo sintió y sonrió, alguien le había dado un golpe en el hombro para
llamar su atención, se detuvo y vio como Raúl le quitaba la parte de la carga,
la primera parte del plan ya estaba en
marcha, Dave dio la vuelta sin hacer ruido y puso rumbo al instituto. Susana
avanzaba más adelante, absorta en sus pensamientos, no se percató del cambio de
compañero que había sucedido a su espalda.
- Bien
Dave, ¿Qué has aprendido?-su voz sonó algo impersonal, un escalofrío recorrió
el cuerpo de Raúl.
Segunda
parte, en marcha.
- He
aprendido a como estar despistado y saltarse un montón de capturas.-dijo Raúl,
Susana se volvió hacia él, estaba impactada, ¿qué hacía él allí y con presas,
es que estaba tan deprimida que le había cazado con él sin darse cuenta? No, no
podía ser.
- ¿Qué…?-
la voz se consumió como una cerilla, se había prometido a sí misma no hablar
con él.
- Te noté
triste y quise saber por qué, es lo que hacen los amigos, me cambié hace rato
por Dave, no te diste ni cuenta, juraría que eras mejor cazando.- él sonreía
ampliamente, ella le dio la espalda y continuó su camino.
Largo,
demasiado largo se estaba haciendo el silencio, y en Susana no podía
soportarlo, algo le había sucedido, le habían hecho para que estuviera así, la sangre
comenzó a hervir en sus venas, se acercó a ella tanto como pudo, le cogió una
mano y la obligó a sus ojos a estar frente a los suyos.
- ¿Por
qué…?-parecía a punto de llorar-¿Por qué me odias? ¿Qué he hecho para que me
desprecies y me tengas asco? - Susana se vio a si misma reflejada en él, y no
se refería al reflejo de sus perfectos ojos azules, veía en él la misma
desesperación y pena que ella había tenido cuando habló con su hermana, y ahora
ella era su hermana. Tiró el arco al suelo y lo abrazó fuertemente por el
cuello, con las manos tocando su pelo, ella hundió la cabeza en su pecho y
comenzó a llorar.
- Perdóname,
perdóname-una y otra vez dijo aquella palabra, estaba desesperada, creía no
merecer el perdón.
- No hay
nada que perdonar, yo jamás necesitaré tu perdón, para mí siempre estarás
disculpada.-su corazón se había encogido para abrirse rápidamente, ella estaba
abrazada a él, llorando, y él se derretía entre sus brazos. Su voz había sonado
dulce, sincera, serena y para Susana fue un canto, un ronroneo, hermoso,
delicado, creía haber recuperado todos sus sentidos con aquella melodía. Su
corazón, su aparentemente muerto corazón había resucitado.
- Te he
echado mucho de menos, necesitaba volver
a estar contigo-¿qué estaba diciendo? Se iba a delatar- contarnos nuestros
secretos, hablar-esperó con todo su corazón que eso la encubriera.
- Yo
también.- No creyó lo que fue capaz de decir, pero lo dijo, llevaba días
sintiéndose solo, sin amor, sino había nadie que se lo diese al menos él se lo
daría.
- Mi
hermana, dice que ya no soy su hermana, no me quiere, me detesta, dice que soy
un monstruo… como tú.-una a una cada palabra, y cada una siendo más intensa,
fue destrozando parte de su alma y ahora su rostro se había desfigurado en una
expresión de dolor, quiso ocultarlo de Raúl pero el vio como se formaba en su
rostro.
- No te
preocupes-beso su nuca con sumo cuidado, no creía lo que estaba haciendo,
estaba jugando un juego en el que él creía tener todas las de perder, conseguir
el amor de Susana.- Estará confundida, demasiado bien estamos llevando al
perdida de nuestros seres queridos.
- Pero me
dijo que era un monstruo, que no tenía sentimientos, que era como…tú, yo no
creo que así seas.
- Y no lo
soy, oculto mis sentimientos, ya lo sabes.
- Pero ¿por
qué?, ¿qué temes?
- Nada-mintió.
Deseaba decirle de todo corazón que la amaba, que sabía que ella no estaba a su
alcance, que desde pequeño había temido perderse en aquel sentimiento y
perderla a ella, que luchó día y noche para conseguir ocultar su amor y que no
pudo evitar ocultar otros sentimientos con él.- soy así, simplemente.-hizo una
pausa, ella parecía no saber que decir y volvió a hundir su rostro en su pecho
abultado por los chaquetones-Mi madre me dijo que yo no mostraba los
sentimientos oscuros, pena y demás, pero que eso era bueno, porque cuando los
demás estuviesen destrozados por esos sentimientos yo sería un pilar para
ellos, alguien que los ayudaría a salir de su desesperación, alguien que
tendría la cabeza fría.
- Tiene
razón, mi hermana fue mi uno de los principales motivos por los que quise no
estar triste, y te vi a ti-estabas tan guapo, quiso decirle- calmado, esperando
a que nos calmáramos, en ti encontré la fuerza para hacerlo –en él encontraba
la fuerza para todo, era su principal pensamiento al despertarse y al
acostarse, estaba convencida de que llevaba años si estar por lo menos un
cuarto de hora sin pensar en él. Se imaginaba de mayor, sospechosamente para él
se habría comprado la casa contigua a la suya, sería su vecina, la que por la
ventana observaría como amaba a su mujer, a sus hijos, como él era feliz. Eso
la hacía feliz, no tenía duda de que jamás se enamoraría de otra persona y que
su cuerpo sería siempre suyo, por lo que se conformaría con verlo, seguir
siendo parte de su vida, en la mayoría de los libros eso era amor, un amor
especial y hermoso, y ella se consolaba con esa idea— además, no eres un
monstruo, tú solo muestras lo bello que hay en ti, los monstruos son lo
contrario.
- Gracias
–ojalá pudiese contarle el verdadero motivo de su apodo, ojalá...- Pero,
sigues triste, ¿por qué?
- ¿Qué hago
con mi hermana?
- ¿Estas
segura de que es tu hermana de sangra, yo no me imagino a nadie de tu familia
diciendo algo así?-Hilary era pelirroja, y no se parecía en nada a Susana.
- Es mi
hermana, que sea pelirroja no quiere decir que no lo sea, además, ¿qué
insinúas, que mi madre se acostó con otro hombre o que la adoptó y no me dijo
nada?-estaba sonriendo, había recuperado su espíritu alegre y volvía a hacer
gracias.
- El
secreto nunca confesado de tu madre, una hija adoptiva…-rio alegremente con
ella, tenía una mano aferrada a la suya y con otra rodaba su cadera, sentía que
estaba fuera del mundo.
- Deberíamos
volver.- no querría pero temía que él se diera cuenta de que para ella la
situación en la que se encontraban era más que de amigos, se alejó de él
lentamente y ambos volvieron al instituto.
Estaba en
el bosque, tan abrigado como siempre, caminaba sigiloso, como si temiese ser
descubierto, allí estaba lo que estaba esperando, era Dave y Susana, estaban
cazando, entonces se vio su mano, hacía una línea con un chuchillo en su palma,
había cientos de ellas. ¿Qué eran? No podía ser, era días, días en los que
había estado espiando a Susana, se había transformado en un acosador.
Raúl
despertó, había tenido una pesadilla, una horrible pesadilla, ser un acosador,
aunque fuera del único ser al que amaba, no era bueno. Aunque no deseaba dejar
de verla un instante, aunque la perseguiría por todo el mundo, siempre lo haría
de tal forma que ella fuera consciente de que él estaba allí. Miró sus manos,
no había nada, miró hacia la cama de Susana, ella estaba despierta, lo
observaba detenidamente, había notado como él se despertaba de su pesadilla.
- ¿Estas
bien?-preguntó en un susurro, él la comprendió perfectamente y asintió, ella se
acostó de nuevo, posó la cabeza sobre su almohada, él había ido a su casa y la
había cambiado sin que ella supiese.
Aunque no
podía evitar preguntarse por qué no la había cogido ella, quizás no quería
entrar en su casa. Esa noche era Clara la que se encargaba de mantener la
caldera encendida, en su cama dormía Hilary, ¿cómo podía haberle hecho tanto
daño a su hermana? Todo su sistema nervioso se tensó, no soportaba la idea de
que siguiera haciéndole daño. Cerró los ojos, no quería pensar.
Susana
abrió los ojos ampliamente, su reloj digital la llamaba, lo apagó rápidamente
para que nadie se despertara, miró a Raúl, su cara mostraba algo de
sufrimiento, aquella noche había tenido una pesadilla, ella estaba despierta,
lo observaba cuando vio que él se levantaba asustado. Su corazón se encogió,
cuando lo vio deseó saltar a su lado y abrazarlo fuertemente, consolarlo.
Entonces se percató, Ángel la estaba mirando desde la cama, era el único de los
niños que estaba despierto, y la observaba atentamente, ella sonrió y le saludó
con la mano silenciosamente. Bajó de la cama y lo invitó a que la acompañarse.
Entraron en el sótano, allí estaba Clara, despierta, introduciendo leña en la
caldera, nada más verlos salió del lugar, sin decir ni una palabra. Susana hizo
caso omiso y se acercó a la cocina.
- ¿Qué
cocinamos?-su voz sonó traviesa y a la vez divertida.
- Bollos de
chocolate.-la sonrisa del niño iluminó la estancia, sus ojos azules, su piel
blanca como la nieve y aquel rubio casi blanco, Susana le cogió el rostro con
ambas manos y le dio un beso en la frente.
El aroma
entró en la clase, todos miraron hacia la puerta, Susana entraba con una
bandeja de bollos de chocolate y leche caliente. Diego se acercó a ella y cogió
un bollo antes que nadie, no en vano era un goloso. Susana dejó la bandeja en
la mesa y ayudó a los niños a desayunar, los hermanos mayores ayudaron, ser
hermano mayor les daba mucha ventaja, como poder comer mientras ayuda a los
niños a desayunar, en cierto modo ellos lo hacían todo a la vez que ellos, no
con tanta tranquilidad pero cuando las cosas estaban aún calientes.
Raúl
llegó con Elisa, ambos reían y hacían muecas con la cara para continuar con su
risa, desde lejos parecían hermanos, y eso había creído siempre, pero desde que
Clara le dijo aquello ahora veía indicios de flirteo por todas partes. Dave le
había contado el plan que habían llevado a cabo Raúl y él para que volviese a
ser la de siempre, pero no había concluido, aún faltaba la tercera parte, que
debía llevar ella sola.
El
almuerzo estaba listo, todos comían mientras los niños jugaban en la alfombra
de oso, Susana les daba de comer antes para que todos pudieran almorzar cuando
llegasen de cazar. Tercera parte, en marcha.
- He pensado
que para que estemos todos más unidos deberíamos rotar de compañeros en algunas
tareas, quien quisiera claro.-dijo Susana tranquila pero impaciente por oír
respuestas.
- Tienes
razón, hay algunos que casi ni hablan con su hermano.-Diego miraba a Raúl y le
lanzaba miradas furtivas, no era un reproche, era una de sus burlas.
- Tampoco
se puede hablar mucho con las paredes, ¿no crees?-Raúl lo conocía bien, sabía
que llevaba demasiado tiempo sin ser pícaro, algo que formaba parte de él y
necesitaba serlo de vez en cuando, no tenía un mal corazón, simplemente era
travieso.
- Bueno
pues entonces nos cambiaremos de compañeros en ciertos turnos, a mí no me
importa cazar por las tardes con otra persona o estar por la mañana con
otra.-Susana cortó la gracia, necesitaba que su plan funcionara.
- A mí me
gustaría ir a cazar contigo, no tenemos mucho que hacer por la tarde, aunque no
siempre claro, necesito descansar.-dijo Elisa y Susana sonrió para sí misma.
- Pues yo
necesito que alguien me ayude con la nieve-Diego se miró las manos, quitar la
nieve con palas era muy duro y más cuando casi era hielo, Raúl asintió.
- Entonces
yo me quedaré con los niños, creo que nos bastaremos Nick y yo.-Dave miró a
Hilary intentando ver si se unía al grupo, pero ella al igual que Clara pasaba de la conversación.
- Pues ya
esta, no hay más de que hablar.-Susana se levantó de la mesa y comenzó a
recoger, Raúl fregó los platos y ella salió con Elisa, todos notaron su ímpetu
por salir.
Se
adentraron en el bosque y comenzaron a cazar, llegaron al rio helado y se
sentaron, Susana siempre lo hacía un pequeño descanso para ver la belleza del
paisaje, decía siempre.
- Elisa-miraba
al frente, muy tranquila, como si estuviese dormida-, veo que te has enamorado
de Raúl.-no podía creer lo que decía, hasta que nivel se había rebajado. Se
asustó al oír como Elisa reía.
- No,
tranquila, lo adoro sí, pero como al hermano que nunca he tenido.-la miró con
los ojos muy abiertos, parecía haber abierto un regalo-Es todo tuyo, por mi no
debes preocuparte.
- ¿Todo
mio? A mí no me gusta.-su corazón se aceleró, ¿cuántas personas lo sabían, lo
sabría el mismo y llevaba años jugando con ella.
- No
intentes engañarme, nadie puede, sabía que querías estar conmigo, por eso me
ofrecí voluntaria, se notaba un poco.
- ¿Enserio?-se
llevó las manos a la cabeza, estaba a punto de llorar, el pensamiento de que
Raúl lo supiese y estuviera jugando con ella la había desgarrado.
- Bueno, yo
me doy cuenta de esas cosas con facilidad, puede que los demás no, y no llores,
no tienes porque.
- ¿Él lo
sabe?
- Él-hizo
una pausa-, no se daría ni cuenta aunque lo llevases escrito en la frente-era
cierto, siempre que los había visto juntos Raúl la miraba a los ojos y no los
movía para nada-, es como tú-susurró, ella también estaba ciega, con lo
inteligente que era y no se daba cuenta, pero no podía confesarlo, debían
decírselos ellos mismos- será nuestro secreto, ¿qué te parece?-intentó sacarle
una sonrisa.
- Muchas
gracias.- sonrió ampliamente y se limpió los ojos, se levantó y continuó con la
caza.
Capítulo 4º
16
de diciembre, Kanest.
Llevamos
dos semanas viviendo solos. No olvidaremos aquel fatídico día, el 2 de
diciembre, el día en que los Kalís entraron en el pueblo y se llevaron a
nuestras madres y asesinaron al resto de sus habitantes (ancianos). Nosotros
tuvimos suerte, estábamos en el sótano de nuestro instituto, reparando la
caldera cuando oímos sus vítores, nos encerramos en él sótano y lo sellamos,
gracias a eso nadie nos encontró, aunque aquellas largas horas encerrados,
asustados y sufriendo en nuestras almas agónicamente por no saber que sucedía
con nuestros seres queridos nos ha dejado marcados para siempre. Hoy cumplimos
dos semanas viviendo, sobreviviendo mejor dicho, juntos, Susana Estver ha
tenido la idea de que yo; Raúl Farenk, escriba una serie de cartas cada cierto
tiempo para guardar los recuerdos de nuestra experiencia, por si nadie puede
contarla.
Nos
encontramos en Kanest, un lugar apartado del mundo, solo, vacío y cubierto de
hielo, reconocido en varios libros de prestigió como el pueblo más frio del
país, aquí en invierno solíamos jugar a escupir al aire y ver como antes de
llegar al suelo se convertía en hielo. El miedo, eso junto con la esperanza nos
ha llevado a esto, a escribir nuestras memorias sobre este sitio, para que
quede algo de nosotros.
El
frío ya no puede ni llamarse frio, es atroz lo bajo que está el termómetro. Por
la mañana, aunque todo está helado salimos de caza como podemos, ya apenas
encontramos nada, hemos buscado en todas las casa como locos, comida,
calefacción, utensilios… En un principio limpiábamos las calles a mano, los
Kalís se han llevado las máquinas quitanieves, pero ahora es imposible, es puro
hielo. Vivimos en el instituto, el único lugar con caldera, es decir, que no
necesita luz para calentarse, lo cierto es que la tecnología sin luz no sirve,
y todas las casas dependían de ellas. Por eso vivimos aquí, en un principio
resultó ser acogedor, ahora escalofriante, hemos activado la calefacción en los
pasillo que usamos, pues no podemos ni salir de la clase que usamos como hogar…
frío. Por las tardes nieva, por lo que nos quedamos encerrado aquí, damos
clases, leemos libros, intentamos mantener la cabeza ocupada. Dentro de nuestra
situación apenas nos podemos quejar, tenemos la despensa llena de comida, hemos
llenado varios pasillos con muebles y
madera de donde hemos podido, esperemos poder tener el fuego siempre encendido.
Los
supervivientes de Kanest somos tres niños pequeños, cuatro de primero de
secundaria y cuatro de cuarto de secundaria. Ángel, él más pequeño, es muy
risueño, a menudo habla como un mayor, aunque no recuerda su apellido, tiene 4
años, es de un blanco muy pálido, tiene ojos azules como el hielo, un pelo
rubio que a la luz es blanco, es muy risueño, divertido y a veces parece mayor.
No sé dibujar, ni tenemos cámaras, pero espero que su madre si lo lee sepa que
su hijo se salvo y que ahora está con nosotros. Ana Poul es la siguiente, tiene
cinco años y es puro talento, le gusta el ballet, la música y suele estar
cantando a todas horas. Tom Ner tiene seis años, le cuesta mucho divertirse
pues echa mucho de menos a su familia, es el mayor de los pequeños y a veces no
cree que alguien vaya a venir.
Los
supervivientes de primero de secundaria son Elisa Mandi, ha demostrado
muchísima madurez y capacidad de afrontar todos los problemas a los que nos
enfrentamos, se ha ganado el afecto de todo el grupo y los de cuarto la vemos
como una de nosotros. Nick Vargas, tiene un gran talento cazando, nos hace reír
constantemente, aunque en un principio estaba triste y apenas hablaba ahora es
uno de los más enérgicos y graciosos del grupo. Dave Darwin, es sorprendente,
distingue toda clase de piedra, nos sirve mucho para encender fuegos, también
con cosas comestibles y lo que no es, nos da clases de inglés y ayuda a todo el
que lo necesita en cualquier cosa, tiene un gran corazón. Hilary Estver, está
demostrando un gran afán por aprender, lee mucho y está algo encerrada en si
misma. Los mayores somos los de cuarto de secundaría; Susana Estver, Diego
Farenk, Clara Rouge y yo, Raúl Farenk. Nos hacemos cargo de todas las
responsabilidades y tareas, nos ayudan los de primero en casi todo pero somos
nosotros quienes hacemos lo más duro. Susana se ha convertido en una madre para
todos los niños pequeños y una hermana para los demás, aunque prefería más el
trabajo duro se quedó al cargo de los niños porque prefería que no estuviesen
siempre en manos diferentes, les ha dado una figura materna fija. En su labor
debe limpiar, cocinar y demás y no puede estar siempre al cargo de los niños,
por ello Nick, Elisa y Dave se han unido como “hermanos mayores”, la ayudan
mucho, los visten cuando ella hace el desayuno, los cuida… Diego hace los
trabajos más duros, al ser el mayor cree que así debe ser, yo le ayudo en todo
lo que puedo, se ha cortado, le ha dado lumbagos, pero ahora se lo piensa mejor
y nos pide ayuda la mayoría de las veces. Clara es la que más caza, está muy
comprometida con nuestra supervivencia, hace todo lo que puede, se a excedido
varias veces pero ha salido ilesa. Yo ayudo a todos, doy clases, bueno…
cualquiera puede hablar bien de todos pero hablar de uno mismo es algo feo, por
lo que diré que mi es que soy uno más, mi tarea es revisar todo lo que nos da
calor, la caldera, el calentador de agua, además de las luces, la cocina…
Esperamos
veros pronto…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar