Despilfarro



Capítulo 3º
Alguien estaba intentando abrirle los ojos, unos dedos pequeños intentaban que sus ojos se abriesen. Diego abrió los ojos y lo miró, era Ángel, un niño de cuatro años. Miró a su alrededor, estaban durmiendo todos. Diego vio que el niño se movía con cierto nerviosismo y comprendió que quería. Lo llevó de la mano hasta el servicio del instituto. Todo estaba helado, del grifo no salía agua, en hielo se había transformado el agua de los servicios. Sus alientos producían vaho, sus dientes chocaban por el frío, sentían que se les congelaban las lágrimas de los ojos, que sus narices estaban tan gélidas que parecían de cristal. Volvieron rápidamente a la clase, Raúl estaba desayunando junto a Susana y a Elisa, la joven estaba demostrando un gran interés por ayudar a los demás, mientras sus amigos, incluyendo a la hermana de Susana, estaban llorando y sin ganas de hacer nada, ella había decidido poner sus fuerzas en salvarlos a todo. Diego se sentó junto a ellos, titiritaba, le dio a Ángel una botella de agua líquida para que se lavase las manos, en situaciones como esas no le convenían que alguien enfermara, debían intentar mantener una higiene.
-       Creo que deberíamos cortar leña para todo el invierno, el frío es muy peligroso.-decía Elisa intentando no demostrar su miedo.
-       Tienes razón, pero contamos con unas semanas hasta que nos sea imposible adaptar el instituto para poder vivir.-replicó Raúl
-       Pero el instituto está congelado, por los servicios no hay ni siquiera agua líquida.- dio un sorbo a su taza de leche-¿Por qué vivir aquí? Tenemos un pueblo vacío, quedémonos en una casa.
-       Es imposible, todos los métodos de calefacción del pueblo son modernos, por electricidad, necesitamos esa caldera. Y no podemos sacarla de la pared.- dijo Raúl.
-       Pues debemos poner calefacción en los servicios.-dijo Diego.
-       Creo que dividirnos en grupos solo retasaría las cosas, tenemos que hacerlo de otra forma.- Susana miraba a Elisa.
-       Cierto, ¿Y si hacemos turnos de tarde y de mañana?- Elisa miró a los demás, ninguno parecía comprenderla del todo- Por la mañana nos dedicamos todos a una cosa y por la tarde a otra.
-       Por la tarde suele nevar, así que lo mejor sería que acondicionásemos el instituto a esas horas y por la mañana buscásemos comida, madera…- comentó Raúl.
La conversación no duró mucho, fue fácil decidir quien iría a cazar y quien ira a buscar comida por las casas. Susana, su hermana y un chico fueron a buscar comida por las casas. Diego, Raúl, Elisa y otro joven fueron hacia el bosque. Diego era un gran cazador, siempre conseguía su presa, pero no le gustaba cazar en compañía, según él no había nadie lo suficientemente sigiloso para estar con él, pero Raúl le exigió que al menos se quedara con uno del grupo. Los de primero no habían aprendido todavía a cazar, por lo debían acompañar a los cazadores y llevar sus presas. Diego hizo una gracia y se llevo al joven, Nick, según Diego, Elisa era demasiado charlatana para poder cazar a su lado.
La espesura del bosque le impedía ver, por lo menos Elisa era incapaz de ver la presa a la que estaba apuntando Raúl. Sin embargo este soltó la flecha con suma elegancia y precisión, en breves instantes oyó al jabalí gritar hasta morir. En tres horas de caza ya habían conseguido dos liebres, una cabra y ese jabalí. Las cazas habían sido extrañas, Raúl demostraba un manejo del arco increíble pero había dejado escapar a más de una.
-       ¿Qué te pasa?- preguntó Raúl mientras descendían al pueblo.- ¿Te has ofendido por lo de mi hermano?
-       No, sé que lo dice en broma, aunque no te enfades pero es un poco machista.
-       Lo sé.-Raúl se reía, llevaba encima la cabra y entre los dos el jabalí.
-       Tú eres diferente, en el buen sentido, aunque no estoy muy segura de que vaya a aprender muy bien a cazar contigo, tus presas tienen muy mala pinta.
-       Eso es porque escojo a las que veo que ya tienen cierta edad, mi padre quería ser veterinario pero a mitad de carrera cambió a medicina. Él me enseñó cuando un animal está mayor pero es comestible, amaba a los animales y sus amigos lo obligaban a cazar, ¿entiendes por qué cazo así?
-       También amas a los animales, solo quieres comer, no necesitas nada más, sin embargo tu hermano.- señaló con el dedo a Diego, avanzaba ya por las calles del pueblo y llevaba un ciervo de gran tamaño sobre los hombros, Nick llevaba en sus manos una cuerda en la que estaban atados una docena de conejos.
Llegaron al instituto, Susana estaba apuntando en una libreta lo que habían encontrado en las casas, al verlos lo saludo, aunque su sonrisa se congeló al ver la caza.
-       Eso es mucha comida, sé que antes eso servía para que todo el pueblo comiese, pero ahora.- Susana se llevó las manos a la cabeza, ella era la única que sabía cocinar, su padre era chef, aunque ahora había sido llamado para que volviese al ejército.
-       Tienes razón, no nos hemos puesto un límite, cada uno ha ido por su lado y hemos cazado demasiado.-dijo Diego soltando el ciervo en el suelo.
-       Bueno podemos utilizar el congelador del instituto, no tiene luz pero si metemos hielo la temperatura se mantendrá.- Elisa intentaba buscar una solución, pero estaba muy apenada al ver al ciervo muerto. Miró a Diego, estaba orgulloso de su éxito.
-       Cierto, Diego y Nick, al ser vosotros los que más habéis cazado iréis por el hielo, usad una de las carretillas y buscad algo para cortarlo. Nosotros limpiaremos el congelador.-ordenó Susana.
Entraron en el congelador, el instituto era uno de los edificios más antiguos del pueblo. Se construyó a finales de una guerra que había sufrido el país unos ochenta años antes. Su edificación original era de centro de investigación científico, por lo que su congelador era una enorme sala en la que la temperatura interna se mantenía. El motor estaba estropeado,  no intentaron repararlo, con la temperatura de aquellas fechas el edificio entero era parte de él. Estaba lleno de estantes y cajas de plástico, pero en ninguna de ella había comida. Elisa iluminaba con una linterna el suelo para que Raúl pudiese fregarlo, mientras Susana se llevaba las cajas a un sitio con agua en estado líquido para limpiarla. Una de las cosas que Diego había dicho esa mañana en la reunión era; la higiene es necesaria, no podemos enfermar ahora y mi padre dice que lo peor para las enfermedades era la higiene.
La hermana de Susana estaba con el otro chico, Dave. Provenía de tierras de habla inglesa, sabía hablar perfectamente el idioma del país pero siempre permanecía en silencio. Los dos estaban acomodando la clase que iban ha convertir en su vivienda, limpiar, buscar madera para sellar las ventanas y demás eran sus funciones, sencillas pero muy laboriosas. Diego llego con la carretilla y unos cuantos bloques de hielo, detrás estaba Nick, andaba mirando al suelo. Elisa lo vio y se aproximó a él.
-       ¿Estás bien?
-       Sí- la miró a los ojos-, echo de menos a mi familia.
-       Te comprendo, pero creo que ahora esta es nuestra familia.- Elisa sonrió, en ningún momento se le había pasado aquello por la cabeza pero quería reconfortar a sus amigos, de esa forma se reconfortaba a ella misma.
La cena la realizaron de nuevo en la esquina de la clase, Clara le daba de comer a los niños, Diego hablaba con Nick de como debían avanzar en la caza, Susana discutía con Elisa la organización de la clase, Dave escuchaba lo que le decía la hermana de Susana. Raúl por su parte los miraba a todos, no había pasado ni un día pero ya tenían mucho logrado, cuando pensó en lo que debían hacer para sobrevivir al invierno contó con que destinarían más tiempo a sufrir la perdida de sus seres queridos pero solo los niños seguían llorando, los demás pensaban en otras cosas, estaban entretenidos.
-       ¿En qué piensas?- le dijo Susana a Raúl y trayéndole de nuevo con ellos.
-       En muchas cosas, pero lo principal es que debemos sellarlas, no todas, porque alguna la necesitaremos. También deberíamos intentar reanudar el servicio de las máquinas quitanieves.
-       Tienes razón, deberíamos de aclarar los grupos para este objetivo.-dijo Susana.
-       No, no podemos estar cambiando siembre los miembros del grupo, lo mejor sería constancia, para que nos acostumbremos a nosotros mismos, sería más rápido.- dijo Diego.
-       Tienes razón, pero mi grupo de hoy ha estado compuesto por tres incluyéndome a mí, y el vuestro por cuatro. Dos grupos no hacen gran cosa, necesitamos ser tres, además no creo que haga falta cuatro personas para tres máquinas quita nieve.-dijo Susana.
-       Tu amiga Clara no hace gran cosa, debería dejar de llorar y ayudar a  los demás. Sé que no se encuentra bien pero nosotros tampoco y la necesitamos.- dijo Diego seriamente.
-       Yo no puedo obligar a nadie a hacer algo que no quiera y ella está cuidando sola de seis niños que apenas saben ir al servicio, es otro grupo y con mucho mérito. ¿O acaso pensabas dejar a los niños solos? A no eso no es propio de ti, tu te los llevarías a cazar o a hacer otro trabajo.- contestó Susana arqueando una ceja.
-       Tienes razón, pero no me vuelvas a contestar así, tampoco he dicho nada malo.- Clara lo miraba, en su rostro no se mostraba ningún sentimiento, llevaba todo el día con el mismo aspecto.
-       Será mejor que mantengamos los grupos actuales, si sobra de uno que vaya al otro bando y si falta pues ya veremos. Y ahora a dormir, debemos madrugar.- Raúl cerró de aquella forma la discusión, se levantó, dejó su plato en una caja de plástico dispuesta para ello y se acostó.

Se oía un pitido, era su reloj de pulsera, por su suerte se lo regalaron en verano, por lo que la batería debería durar muchos meses más. Raúl se levantó, como todas las mañanas y como les sucedía a todos, debía desentumecer su cuerpo, el frío los dejaba paralizado. Se levantó, todos dormían, por su suerte tenía un sueño muy ligero, a diferencia de su hermano. Se puso su chaquetón de piel, no era muy caro, tenía unos años y fue un regalo de su padre, aunque allí en el pueblo nadie salía a la calle en pleno invierno sin uno de ellos. Avanzó por la calle, a pesar de que llevaba un gorro con orejeras tenía la sensación de que las había perdido. El frío era letal. Sacó un manojo de llaves y abrió la puerta. Tres días antes habría encontrado a su madre limpiando, siempre mantenía su casa limpia y recogida, y ahora, apenas había tenido tiempo de despejar los pasillos. Buscó la plancha antigua, una que funcionaba a base de calentar la lamina de metal, guardo en una bolsa de tela todos los utensilios de limpieza y los de baño. Entró en su habitación, ya se había llevado toda su ropa, usaban las taquillas que había dentro de la clase para guardar su ropa, eran muchas pero contaban con gran tamaño y profundidad, no obstante debían usar más de una por persona, no tenían mucho problema en ello, por lo general las clases estaban integradas por treinta alumnos. Su cama estaba hecha, se quitó el guante y la acarició, no quería deshacerla ni lo más mínimo, quizás sería lo último que había hecho su madre por él. Al rozarla notó algo, había algo entre las sabanas, por la forma dedujo lo que era, giró la cabeza rápidamente hasta su escritorio, en él estaban todos sus utensilios de escritura, incluyendo los sobres. Si mal no recordaba le quedaban diez, contó nueve. Con sumo cuidado metió la mano entre las sabanas, debajo de aquellas gruesas mantas, intentando no deshacer la cama. La sacó poco a poco. Al verla vio que el remitente estaba firmado: Para mis hijos de Mónica. Se planteó leerla allí o esperar a su hermano, pero la curiosidad y el deseo de leerla lo vencieron. Abrió la carta con el abrecartas, y se sentó en el escritorio:
Espero que hayáis tenido suerte y ahora leáis esta carta sin ser presos de los Kalís. Estaba mirando por la ventana de la habitación de Raúl, desde allí con los prismáticos puedo ver si llega el cartero, lo hago todas las mañanas. Vi un grupo de personas aproximándose al pueblo, estaban muy lejos pero conseguí adivinar quienes eran gracias al símbolo que alzaban orgullosamente. Al verlos decidí escribir esta carta. Sabía que irían a por mí, que esto sería lo único que me daría tiempo a hacer, perdonadme por no haber corrido hacia el instituto a avisaros. Vuestro padre me enviaba cartas muy extensas y algunas con imágenes sobre lo que sucedía más allá de está nieve, en ella me contó lo de los Kalís y me mostró su símbolo, yo os contaba algunas cosas que veía interesante que supierais, no quería entristeceros. Los Kalís son un grupo de bandidos que van de sitio en sitio saqueándolo y haciéndolo suyo, son machistas, están compuestos por hombres solamente, según cuenta papa usan a las mujeres de criadas. Supongo que os habréis escondido en el instituto, sois muy inteligentes, no me cabe duda que esos rufianes no os tocaran. No puedo escribir mucho pues haría bulto entre las sabanas, coged la cartilla familiar, todo el dinero, no os preocupéis vuestro padre está metiendo dinero, cuando podáis la usáis, en cuanto este libre os buscaré, os lo prometo. Os quiero muchísimo, no olvidéis lo mucho que os queremos vuestro padre y yo, mucha suerte.

El papel de la carta y algunas letras estaban difuminados, su madre había llorado al escribir aquella carta. Raúl lloraba intensamente pero intentaba no ensuciar la carta, la guardó en su sobre y se puso a llorar en su escritorio, enterró la cabeza entre sus brazos y reprimió todo lo que pudo aquella angustia, no hacía ningún sonido, sin embargo en su interior se encontraba la mayor de las tormentas que había tenido. Perdió la noción del tiempo, miró su reloj, había permanecido en esa postura durante dos horas, llegaba tarde a la caza. Cogió las cosas por las que había venido, guardo la carta en uno de los bolsillos internos de su chaquetón y se dirigió al instituto. El instituto tenía tres entradas, por su suerte la clase que ellos utilizaban estaba muy cerca de una de ellas, en concreto la tercera, daba directamente al pasillo por la que se accedía a la clase. En la puerta lo esperaba Elisa, estaba practicando con el arco, intentaba dar en una marca que había puesto en un árbol. Al verlo se detuvo y lo contempló.
-       Llegas tarde y lo peor te has ido sin avisar.- tenía una mano apoyada en la cadera y con la otra sujetaba el arco.
-       Lo siento, traigo unas cosas para limpiar, para asearnos, una plancha.- sonreía al decir aquellas cosas, pretendía mostrar felicidad por sus logros.
-       ¿Qué te ha sucedido? Estás triste.- Raúl paró, nunca nadie antes le había descubierto al usar aquella treta, y antes de salir de su casa se miró en el espejo, no había indicios de su pena en su rostro.
-       ¿Cómo…?- quiso preguntarle como le había descubierto pero no quiso saberlo, no quería hablar de cosas banales- Eres mi compañera para casi todo así que no debo tener confianza contigo, mi madre vio que se acercaban los Kalís y nos dejó una carta a mi y a mi hermano.- Entró en e instituto para dejar sus cosas, Elisa no lo acompañó volvió a practicar con el arco.
La clase estaba ocupada por los seis niños y Clara, ella estaba leyendo un cuento, los niños se aburrían pues ella lo leía de forma inexpresiva, no había hablado apenas, solo para lo que era necesario. Raúl dejó las cosas en una mesa y salió para regresar juntó a Elisa.
-       Vas mejoran, pronto seremos los dos quienes cacemos.- dijo esbozando una sonrisa forzada.
-       No, aún me queda lo más importante, aprender a quien debo cazar.- lo miró, su sonrisa parecía sincera, nada daba indicios de que estuviese triste, sin embargo había algo, no sabía lo que era pero lo había- Es algo innato en mí, cuando conozco a una persona veo sus verdaderos sentimientos aunque intenten disimularlo.-guardó, las flechas y se dispuso para ir a la cacería, Raúl lo había hecho mientras ella hablaba- ¿Sabes qué debemos cazar mucho, porque tu hermano dice que necesitamos provisiones para todo el invierno?
-       Sí.
-       Pues vamos rápido que hemos perdido mucho tiempo y no quiero ver a tu hermano enfadado.
Raúl rio y ella no pudo evitar reír también, Raúl la miró y le dio un abrazo por el hombro. Elisa era bastante alta para su edad, aunque Raúl apenas empezaba a conocerla, por alguna razón ella nunca había hablado con nadie de cuarto. Avanzaron por el bosque, entre susurros Raúl le contaba los secretos que conocía sobre los animales; como conocer su edad, sexo, si está en cinta, si está enfermo. En más de una ocasión le dejó el arco y ella acertó limpiamente. De él había aprendido los lugares en los que cada especie de animales moría rápidamente y sin llegar a sufrir. La primera vez que mató a un animal, fue a un jabalí, era mayor pero estaba gordo y fuerte, se echo a llorar sobre el animal pidiéndole perdón. Raúl la consoló, como él le había enseñado; no cazaban por diversión si no para comer. Para ella aquellas palabras habían sido muy gratificantes, había aprendido a admirarlo con todo su ser.
Llegaron a la hora de comer, todos estaban comiendo, Susana al verlos se levantó y les sirvió sus platos. Ellos dejaron las presas en una caja, debían quitarle la piel y limpiarlas antes de guardarlas en el congelador. En la mesa estaban todos muy serios, por la ventana se veía que comenzaba a nevar. Elisa y Raúl se sentaron, no quisieron romper el silencio y se pusieron a comer.
-       ¿A dónde has ido esta mañana, nos tenías muy preocupados?- comentó Susana tranquila, sin ningún reproche de por medio.
-       Fui a mi casa y traje lo que hay en aquella mesa, son utensilios de limpieza, de baño y demás.
-       Tenemos un problema, las máquinas quitanieves, se las han llevado todas, no queda ninguna, debemos limpiar las calles que más utilicemos para no quedar atrapados. Y no vuelvas a salir sin avisar, y mucho menos llegues tarde a tus funciones.-dijo Diego.
-       Perdón, no lo volveré a hacer. Raúl toma, es de mamá, la encontré en casa.-Raúl comenzó a leer la carta, los demás veían como lloraba frente al papel. Al terminar se la devolvió.
-       Debemos ir a nuestras casas e intentar poner las cosas en su sitio, coger lo que nos resulte útil o valioso.-fue lo único que dijo, se levantó, se puso su chaquetón y salió de allí sin decir nada.
-       Está nevando, es peligroso que vaya por ahí.- dijo Susana.
-       Lo sé, pero conociéndolo habrá ido al sótano, no le gusta e frío.-dijo Raúl.
Cuando terminaron de cenar, Elisa y Raúl se quedaron limpiando las pieles, mientras Susana fue con su hermana y los demás miembros de secundaría hacia sus casas. Con unas carretillas se llevaron mantas, álbumes de fotos, recuerdos pequeños que les podrían acompañar toda la vida… Intentaron dejar sus casas como siempre habían estado, no tenían mucho tiempo por lo que apenas fueron pequeños apaños. Avanzaban con dificultad, a pesar de llevar un calzado especial para aquellas situaciones. Nevaba poca cantidad y eso por aquellas tierras quería decir que pronto nevería excesivamente. Cuando llegaron vieron que Raúl y Elisa habían puesto camas literas, permitiendo así espacio a cuatro camas más y que ninguno de ellos tuviese que dormir con otro, aunque las camas eran bastante anchas. Susana se fijó mejor y las reconoció, era del albergue para jóvenes que no habían terminado de construir, blancas camas de metal forjado de gran calidad, a pesar de que los niños saltaban en ellas no hacían ningún sonido. Clara estaba sentada en un sillón de tela que parecía bastante mullido y confortable, había otros dos, un sofá y una preciosa mesa de roble, todo a juego por lo que supuso que era de alguna casa. En el suelo había extendida una alfombra de piel de oso, parecía muy real pero se notaba que era sintética, Raúl le habría quitado la cabeza para que los niños no se asustasen, ya que no tenía. Toda esa zona tenía aspecto de salón, daba para el conducto por el que entraba el calor, una gran reja de metal  en medio bajo la pizarra, justo en el centro de ella. Había otro conducto en la parte opuesta a la sala, junto a las camas, frente a la cama de matrimonio en la que dormían los niños. Las ventanas habían sido selladas excepto las de los extremos. Todo estaba muy bien colocado y de una forma muy acogedora. Susana se sentó en uno de los sillones y puso en la mesa las cosas que había traído de su casa, buscó en un joyero de madera, su hermana la observaba atentamente, sacó un colgante de oro con una pequeña gema que ahora colgaba delicadamente como si fuese la más fina de las joyas. Era “Belleza” la joya familiar, de generación en generación había pasado de madre a hija, tratada con gran cariño y esmero, tratada como la más valiosa y preciada del mundo, no se sabía ya su vejez ni la primera en la familia que la tuvo. Susana la miraba, colgaba de su mano, delicadamente, como una pluma, pertenecía a su madre y está aún no había decidido cual de ellas se la merecía, pero a ella no le importaba, solo deseaba recordar a su madre. La hermosa piedra azul brillaba reflectando la luz de la linterna de camping que había en la mesa, el fino collar de oro parecía no poder sostenerla.
-       No creerás que eres tú la que te la mereces, ¿verdad?- dijo la hermana de Susana mirándola con profundo odio.
-       ¡Hilary!-chilló- ¿Cómo te atreves a pensar algo así? Mamá aún no lo había decidido y yo no soy nadie para ello, solo quería recordar a mamá.- agachó la cabeza, se había alterado mucho y algunos niños se habían asustado de su reacción y ahora lloraban desconsoladamente a los pies de Clara.
-       No me lo había imaginado, lo siento.-hizo un pausa y vio como su hermana volvía a mirar la joya- Yo también la echo de menos.
Susana no respondió, no vio la necesidad, guardo la joya en su estuche forrado de tela y la introdujo en el joyero. Estaba guardando sus cosas en una de sus taquillas cuando llegó Raúl. Entraba de espaldas y portaba un mueble junto a Elisa, ambos lo colocaron en la pared opuesta a la que se encontraba ella, era uno de esos muebles clásicos en los que se guardaba la cubertería. Raúl la miró y le hizo un gesto señalando que era suyo, ella se había ofrecido a ser la cocinera, le gustaba cocinar y lo prefería a limpiar aquella clase. Aquella clase rectangular que se había convertido en su hogar, dos paredes largas y otras de tamaño normal, solo una de las largas tenía ventanas, su opuesta tenía una puerta en el extremo opuesto a la pizarra y el resto de ella estaba cubierto de taquillas. En las otras dos estaba la calefacción, una debajo de una enorme pizarra y la otra bajo una pared desnuda. Todavía no se acostumbraba a aquello, para ella era como dar vueltas en una atracción de feria. Elisa reía ampliamente con Raúl, parecían haber disfrutado mucho amueblando la clase, era enternecedor ver como se hacían gracia el uno al otro. Diego se percató de algo, no podía ser, aquella niña de piel morena, ojos marrones y una sonrisa encantadora, aquella niña no podía estar enamorada de Raúl. La puerta estaba abierta y nadie se había percatado de su llegada, entró y la cerró tras él.
-       ¿A quién le toca esta noche cuidar de la caldera?-dijo Diego como si de un saludo se tratase.
-       A mí, cogeré un colchón y me lo llevaré al sótano, no creo que sea bueno para los niños escuchar como me despierta una alarma cada dos horas.- dijo Susana aproximándose a él.
-       No te preocupes, Raúl y yo hemos puesto allí toda una cama con su mesita de noche y todo.- Elisa seguía con las gracias, aunque la expresión de Diego le devolvió toda su seriedad.
-       Muy buena idea, así hay que hacer las cosas, con cabeza.- dijo Diego sentándose en un sillón- Ya es hora de comer, ¿no?
-       Voy.- fue lo único que dijo Susana y salió de la clase.
Bajó las escaleras, como de costumbre ese lugar estaba demasiado caliente, antes de entrar se quitaba todos los abrigos y los dejaba en uno de los estantes de la habitación por la que se accedía al sótano. Se acercó a la caldera, junto a ella había una extraña cocina de metal, era de las antiguas, funcionaba con leña. Sería una de las cosas que había traído Raúl, busco entre la oscuridad con su linterna de mano y allí la vio, junto a la escalera de hormigón, allí estaba “la cama con su mesita de noche”. Alzó la vista y vio a Raúl, bajaba apoyado en el pasamano. Ella  le dedicó una sonrisa y él respondió de la misma forma.
-       ¿Necesitas ayuda con tu nueva cocina?-preguntó con tono burlón.
-       Sí, estaba dudando si encenderla-dijo con ironía-¿Quién la ha puesto? Porque si ha sido tu hermano seguro que me muero aquí asfixiada.
-       No se preocupe usted, la he puesto yo, ves por donde he conectado los conductos de escape del humo, además ya la he probado y resulta que esa tubería conducía a una de las clases, la pared se pondrá negra pero no importa.
-       Muy inteligente-lo miró, estaba tan bello como siempre, él deslumbraba por cada uno de sus poros, de pequeño había sido modelo, pero ahora de mayor él se negaba, aunque su madre se oponía. Ella decía “tanta belleza no puede ser desperdiciada” y a medida que crecía eso se hacía más real y ganaba intensidad- ¿Solucionaste el problema de los baños?
-       Sí, en una de las casa encontré el otro día un calentador de agua que funcionaba con un generador. Solo hay que recargar la batería por las mañanas y se activará. No es muy complejo, mueves la manivela en dirección de las agujas del reloj, se carga la batería y le das a un botón y el hielo se convierte en agua caliente. Si se estropea no se como repararla pero nos las apañaremos, ahora en la cena se lo explicaré a los demás y por fin podremos bañarnos con agua calientes y no con una palangana.-a medida que hablaba su voz se fue haciendo más dulce y débil, inconscientemente se había acercado a ella y ahora casi rozaban sus narices.
-       Voy a hacer la cena, hoy tenemos verduras.- su voz sonó como un soplo, se apartó despacio de él, muchas veces le ocurría que se perdía en su mirada y no se enteraba de que le había dicho él, por su suerte había salido del trance para oír que lo repetiría en la cena.
Raúl se había marchado ya, ella soltó un gran suspiro, se había ruborizado tanto que no sabía muy bien lo que había pasado. No era la primera vez, otras veces le había contestado cosas sin sentido, por suerte esta vez no había hablado hasta regresar a la normalidad. Era extraño que alguien te contestase cosas como “hace un buen día” cuando alguien te preguntaba cual iba a ser tu almuerzo. No podía evitarlo aquellos ojos azules como el cielo la hacían volar hasta tal altura que ya no veía el suelo que debía pisar. Nadie sabía que ella estaba enamorada de él, por lo menos ella nunca se lo había declarado a nadie. Raúl siempre estaba rodeado de chicas, de todas las edades, nacionalidades y en todas las épocas del año, era el chico más guapo del instituto según su propia revista escolar, las chicas así lo habían votado-Susana todavía conservaba la portada de la revista en la que estaba impresa una foto suya con la frase “El más guapo”. Sin embargo ella no había sido como las demás, ello nunca lo había acosado, roto la camisa, espiado en los cuartos de baño, ella nunca había hecho eso. Recordaba el día en que se conocieron como si se hubiese tratado del día anterior. Estaba en tercero de primaria, en el colegio habían realizado una clase avanzada para los alumnos que destacasen, y allí estaba él, sentado en una silla junto a ella todos los lunes a tercera hora. Fue él quien comenzó a hablar, era un chico extrovertido, con el que ella siempre reía. Su madre fue al colegio al siguiente día para preguntar que hacían en esas clases, que su hija estaba riendo y ella era muy sería, quería saber cual era su motivo. Fue él quien le enseñó lugares ocultos en el bosque, con quien vio a una loba salvaje dar a luz a sus crías. Ella se enamoró a primera vista pero él la mayoría de las veces parecía querer esquivarla, ella se contentaba, pues cuando volvía a hablar con ella lo hacía con mucho animo.  Él le había dicho cientos de veces que era su mejor amiga, que le contaba todos sus secretos. Ella lo consolaba muchas veces, a Raúl le costaba andar por los pasillos, todas se abalanzaban hacia él, y eso lo deprimía, decía que se sentía como un objeto, y que a nadie le importaba como fuese por dentro. A ella sí le importaba, amaba más a su ser interior que al exterior, aunque era consciente de que apenas lo conocía pues él siempre cuidaba mucho que nadie supiese que rondaba por su cabeza. Susana se llevó la mano al ojo izquierdo. Recordó el día en que por defenderlo de unas niñas recibió un puñetazo, Raúl la consolaba, lloraba e intentaba que dejase de sangrar la herida. Ese día se portó muy mal con él.
-       Lo siento, de verdad.- Raúl lloraba, su voz sonaba afónica y algunas lágrimas entraban en su boca.
-       Yo solo quería que no te quitasen la camisa-Susana tenía tapado el ojo con las dos manos y lloraba por el otro-. Porque tienes que tener abdominales, pectorales y lo que sea que tengas…Sé que te gusta hacer ejercicio pero si sabes que te suceden esas cosas no lo hagas.
Raúl enmudeció, su madre apareció en su casa por la tarde con un ramo de rosas, decía que su hijo quería pedir disculpas por medio de ese obsequio. Ya nunca más volvió a pisar el polideportivo del pueblo. Nunca había sido capaz de perdonarse aquel día, sin embargo él hizo como si nada, aunque solo volvió a hablar con ella cuando desapareció la herida.
Entró en la clase, tenía una gran bandeja en las manos, había hecho ensalada y pizzas. Aunque había un mantel la mesa y las sillas seguían siendo los escritorios y las sillas del instituto. Todo estaba preparado para que ella llegase.
-       Se han enfriado un poco por el camino pero creo que siguen aceptables.-dijo Susana.
-       No te preocupes, si las has hecho tú estarán buenísimas.- dijo Ángel como si fuese muy mayor.
Todos rieron-excepto Clara- y se sentaron en la mesa a comer. Raúl explicó el funcionamiento de la ducha a todos, Susana cogió un papel y realizó el turno por horas, sin darse cuenta realizó un horario para cada uno, en el que decía que tareas debía hacer, la hora a la que comenzaba y acababa cada una. Repartió lo horarios a cada uno e hizo como si lo tuviese todo planeado.
-       Espera, yo no voy a seguir cuidando niños pequeños.-dijo Clara fríamente.
-       Entonces cambiaré los horarios, ¿Qué es lo que quieres hacer tú?-dijo mirando a Clara.
-       Lo mismo que todos, todos debemos hacer un poco de todo.- contestó simplemente.
-       Mi madre decía que los niños necesitan unas figuras paternas fijas, no es bueno cambiarla cada dos horas.-dijo Elisa.
-       Cierto, bueno…seré yo la figura materna, pero necesitamos una paterna-ninguno de los hermanos contestó- No implica que seáis mi pareja.
-       No es ese el problema, es que somos muy jóvenes para ser padres, y de tantos niños.-dijo Diego.
-       Madre soltera, no necesitamos complicarnos la vida.-dijo Clara.
-       Está bien, yo cuidaré de ellos, pero eso ocupa muchas horas y yo no deseo estar aquí todo el tiempo…
-       Pues estaremos algunos ratos con ellos, tú podrás cazar o lo que quieras…-dijo Nick- como sus hermanos mayores.
-       Cierto-hizo una mueca con la nariz- ¿Quién se ofrece voluntario de hermano mayor?-dijo de forma divertida.
Nick y Elisa levantaron la mano, Dave seguía sin integrarse muy bien en el grupo. Susana aceptó, dos podrían hacer el trabajo de ella perfectamente, además Elisa había demostrado ser muy responsable.
La mañana comenzó, el sol ya salía, Susana lo veía por la pequeña ventana del sótano, si alguien pasase por allí solo le vería los pies, pero por ella entraba claridad y el sótano se ventilaba. Se levantó de la cama, era muy cómoda y reconfortante pero se había levantado cada dos horas. Sacó una tetera de uno de los armarios que habían puesto para la cocina y comenzó a hacer café, puso un tarro en la bandeja más grande, el tarro contenía galletas que había estado preparando por la noche, puso a calentar leche, puso el azúcar en la bandeja pequeña, cuando la cafetera silbó la puso en la bandeja pequeña. Raúl bajó por las escaleras, bostezaba de tal forma que Susana estuvo a punto de decir “que mono”, él se acercó a ella le dio los buenos días y se llevó la bandeja pequeña, ella apagó la cocina, puso la leche en la bandeja grande y se la llevó hacia arriba.
Elisa vestía a una niña en una esquina, Susana sonrió, pues pensó “ya hace de hermana mayor”, se quedó muy sorprendida al ver que Nick estaba con los dos niños e intentaba vestirlos, dejó la bandeja en lo que ahora llamaban comedor y se acercó a él para ayudarlo. Clara entró vestida con un abrigó de piel y lo colgó en el perchero que habían colocado esa mañana, porque Susana era la primera vez que lo veía. Cuando terminó de vestir a los niños se sentó con ellos en la mesa y los ayudó a comer. Raúl la miraba, aunque contaba con la ayuda de los “hermanos mayores” no tenía mucho respiro, después de haber dormido tan mal ahora estaba cuidando de todos ellos, y no pudo moverse pues se quedó helado al escuchar que ella decía que era la madre y quien el padre, su alma deseaba gritar “yo” pero su cuerpo se quedó inmóvil durante minutos.
-       Según mi horario debo quitar la nieve de la entrada y tú, Diego, debes quitarla de la calle principal, la que usamos todos los días.-Clara sorbió un poco de su café- Y tú, Raúl, debes recoger madera, hay que moverse rápido el invierno se nos echa en cima.
Nadie hizo comentario alguno, se quedaron anonadados al ver la energía de la que llevaba días sin hablar.
Susana planchaba en la clase, junto con los niños, Raúl lavaba ropa a mano en el sótano- por suerte para él era un sitio muy amplio, como tres clases juntas, si no hubiese tenido que lavar en el servicio y con aquellas temperaturas mojarse no era muy recomendado. Elisa ejercía de hermana mayor junto con Nick y Hilary buscaba comida u objetos por las casa junto con Dave. Así había comenzado la primera mañana planificada, unos limpiando, otros quitando nieve… y los niños jugando… Ellos suponían un gran problema para el grupo, les retrasaba, pero no podían descuidarlos. Raúl había puesto a secar la ropa en un cordel que habían puesto en el sótano, allí con la temperatura de la caldera tardaría apenas unas horas en secarse, según su horario, le tocaba ir de caza con su compañera, Elisa.
Elisa estaba doblando ropa cuando vio que los niños habían dejado de lado a Ana, la única niña, quería jugar con muñecas, llevaba días jugando con animales de plástico porque los niños no querían otra cosa. Ana tenía cinco años, era la mediana de los tres, había jugado a lo que ellos querían desde el principio pero ahora estaba cansada y jugaba sola en una esquina de la alfombra, hacia bailar a su muñeca como si fuera una bailarina de ballet. Miró a Susana, ella también se había percatado, le hizo un gesto para indicarle que iba a jugar con la niña-“asqueroso machismo” pensó-, pero cuando volvió a mirar a la niña vio que estaba jugando con Raúl, ahora reía a carcajadas. Él tenía una gran sonrisa en el rostro y realizaba muecas con la cara para hacerla reír, en una mano llevaba uno de los muñecos de Ana, pero esta se había olvidado de ellos y solo pedía que le hiciera reír más. Los dos niños los miraron y se acercaron, cogieron un muñeco e intentaron jugar también, pero Raúl parecía estar solamente con Ana, con la que no cortaba ni un momento la mirada. Susana se acercó y se puso a jugar con los niños, entonces Ana cogió su muñeca y entró en el juego, Raúl miró a Elisa, se ponía su chaquetón, preparada para cazar.
Se adentraron en el bosque, la nieve nevada del día anterior ya estaba dura, no se veían muchas pisadas, todo parecía limpio, como si por allí solo viviese la nieve y aquellos arboles que parecían vestirse con ella. Muy abrigados y caminando sigilosamente, Elisa miraba a todos los lados que podía, solo veía un bosque lleno de nieve, aunque ella pensaba que era un bosque de nieve con árboles. Suspiró profunda y silenciosamente, llevaban un cuarto de hora andando sin resultado, en los días anteriores habían cazado en menos de cinco minutos. Miró a Raúl, estaba con su chaquetón fino, su gorro polar, llevaba las manos descubiertas, necesitaba ser ágil para usar el arco. De repente se movió rápido y silencioso y en parpadear de ojos soltó una flecha, ella solo pensó “si ni siquiera estaba cargado el arco”. Sin embargo su tiro fue certero, el jabalí murió rápido y lo más indoloro posible. Ella abrió la boca y él rio, se acercó al jabalí y se lo llevó con una gran sonrisa.
-       ¿Cómo lo has visto?
-       He visto un montón de animales, pero eran muy pequeños o no merecían la pena.
-       Sé que eres amante de los animales y eso, pero necesitamos comer… espera, he visto a tu hermano cazar, tú eres mejor, porque dejas que él diga lo contrario.
-       Porque para él soy peor porque tengo muchos escrúpulos para cazar, pero hoy no me fijo en la edad, me fijo en que están medio muertos de frio, ese no.-señaló al jabalí- No nos iban a alimentar.
-       Comprendo.
Siguieron avanzando, el silencio predominaba, la vida se había apagado, estaba congelada. Elisa miraba, aprendía y cargaba con los animales cazados, llevaban muchos, a pesar de lo mal que habían empezado. Elisa vio un arbusto moverse, Raúl se encontraba de espaldas en ese momento y demasiado lejos como para decirle que se acercara, el animal se escaparía. Ella se acercó al arbusto, se agachó un poco e intentó ver a su presa, Raúl le había dado un arco a ella por lo que podría cazarlo perfectamente. Raúl se volvió, Elisa parecía buscar a su presa entre unos arbustos, el arbusto se movió y a Raúl se le encogió el corazón como si una garra de hielo lo hubiese aferrado sin querer soltarlo, conocía ese movimiento. Inmediatamente corrió hacia Elisa gritando que se alejara, un oso negro se alzó en ese instante, estaba herido, sangraba, pero un gruñido demostró la fiereza y fuerza que aún conservaba. Elisa retrocedió todo lo rápido que pudo, vio que el oso iba a atacarla, gritó desesperadamente y cerró los ojos. Un golpe, un golpe en el costado le hizo abrirlos de nuevo, estaba tendida en el suelo a unos metros de donde se encontraba antes, Raúl la había lanzado hacia atrás, ahora se defendía a duras penas del oso, llevaba un machete en la mano izquierda, cada vez que el oso pretendía darle un zarpazo él lo interponía entre ambos y le causaba un gran dolor, pero el oso no parecía querer dejarlo marchar. Raúl era consciente de que si intentaba escapar, de que si intentaba moverse y perdía tan solo un instante la atención en las garras del oso acabaría asesinado por ellas. No podía aguantar mucho más, la fuerza del oso era muy superior a la de él, la idea de la muerte se introdujo en su cabeza, aunque tenía el consuelo de haber salvado a Elisa, la muñeca le crujió y el machete cayó al suelo. Miró al oso de nuevo y vio que una flecha entraba en su ojo y otra había perforado su garganta. El oso cayó al suelo tendido, alguien lo abrazó fuertemente por la espalda, era Elisa, lloraba desconsoladamente, llevaba el arco en la mano, había sido ella quien había acabado con el que iba a ser su asesino, él se giró y la abrazó fuertemente, no lloró, el miedo, el pánico, todo ello corría por sus venas pero no necesitaba llorar para calmarlos. Poco a poco se fueron recuperando, Elisa tardó un poco más pero acabó sonriendo cuando Raúl le dijo que gracias a ella tenía mucha comida y que era la mejor cazadora de todos. Fueron al instituto por una carretilla, regresaron al sitio donde estaba el oso muerto, lo subieron a ella como pudieron y corrieron de vuelta al instituto, era la hora de limpiar lo que habían conseguido según su horario y como de costumbre encontrarían a Diego pavoneándose de su destreza en la caza.
Así fue, él estaba pavoneándose cuando llegaron ellos con todas sus presas. Diego enmudeció al ver al oso.
-       ¿Cómo lo habéis cazado?-dijo Diego.
-       Nos atacó y Elisa lo mató, es la mejor cazadora de todos nosotros.- dijo Raúl elogiándola exageradamente para provocar risas.
-       Habéis tenido suerte, es un oso joven y estaba herido, sino hubierais muerto, más cuidado la próxima vez.- dijo Clara soltando en el suelo un sacó con sus presas.
La conversación concluyó con esa frase, últimamente ella siempre tenía la última palabra, pero Raúl se volvió hacia Elisa y le guiñó un ojo. Tardaron horas en “limpiar” todas las presas, dedicaron más tiempo al oso pues apenas tenían experiencia en aquellas cosas. Poco a poco el congelador del instituto se estaba llenando de comida o provisiones para el invierno, el congelador estaba a un pasillo de distancia de la clase en la que ellos vivían. Susana leía un cuento a los niños, Nick, Hilary y Dave sacaban los escritorios que hasta ahora habían servido de comedor, Raúl y Elisa habían encontrado unos muebles de comedor apropiados para ellos. Diego miraba el álbum de fotos de su familia, Clara miraba por la ventana como si el tiempo no pasase, apoyaba la cabeza sobre su mano y su rostro no mostraba ningún sentimiento. Instalaron el comedor y Susana sirvió la comida, una sopa caliente. Todos comieron, el almuerzo resultó muy serio, nadie hablaba, a Susana le recordó cuando estaban en su casa, cuando su madre no hablaba.
-       ¿Lo pasasteis muy mal cuando os atacó el oso?-fue lo primero que se le ocurrió.
-       Bastante, por suerte tengo a mi gran compañera que me salvó la vida.-Raúl sonreía al decir aquellas palabras y miraba a Elisa, ambos estaban muy unidos.
-       Bueno eso después de que tú me la salvases.-dijo Elisa riendo sintiéndose cómplice de su gracia.
-       Lo bueno es que no sucedió ninguna tragedia-Susana sorbió de su cuchara- Por cierto esta tarde me gustaría hacer algunas cosas personales, ¿Quién podría quedarse con lo niños?
-       Sus hermanos mayores como debe ser.-dijo Elisa y Nick asintió a su afirmación.
-       Yo iré a buscar leña y limpiaré las calles de nieve.- dijo Diego levantándose de la silla y marchándose del lugar.
-       Yo cazaré, no pienso perder el tiempo, necesitamos más comida si queremos llegar a marzo.-dijo Clara levantándose y acompañando a Diego.
-       Me quedaré aquí con los niños, puedes estar tranquila.- dijo Raúl mirándola con ternura.
-       Dave, necesito que vengas conmigo, así que vamos.- Susana lo dijo de una forma muy autoritaria, ella no solía expresar así sus deseos pero aun así su dulzura rodeaba aquellas palabras, Dave se levantó y la siguió.
Susana caminó por las calles durante largo tiempo, se detuvo frente a una pintoresca casa, Dave la miró confundido, esa era su casa. Ella sacó de su bolsillo un manojo de llaves y abrió la puerta, ambos entraron, la casa no había sido recogida.
-       Como imaginaba, no has recogido tu casa, incluso te ha costado entrar aquí-ella lo miró y vio que sus ojos se llenaban de lágrimas- Ven sentémonos.-ambos se sentaron en un sofá, Dave seguía mudo pero algunas lágrimas rodaban por sus mejillas.- ¿Vas a contarme tu pena o te quedarás callado para siempre?
-       El día en que los Kalís se llevaron a mi madre, ese día discutí con ella le dije cosas que jamás debería habérselas dicho, yo era lo único que le quedaba, jamás me lo perdonaré.-estalló a llorar con el pecho encogido, Susana lo abrazó, comenzó a mecerlo y le cantó suavemente.
Dave acabó dormido entre sus manos, ella también había llorado, podía imaginarse lo que era haber perdido a su madre después de discutir con ella, ella discutió con su padre antes de que él se marchase, no lo había insultado pero se había excedido con él al replicarle de que se marchase. Lo dejó tendido en el sofá con mucho cuidado, buscó una manta y lo tapo, comenzó a recoger su casa y poner sobre la mesa lo que ella consideraba que hubiese podido ser de valor sentimental para él. Una foto, un álbum, un peluche, un joyero, un cuadro y un reloj de bolsillo que parecía muy viejo pero que aún funcionaba. Dave se despertó, ella estaba sentada en el sillón, junto a él, sonreía abiertamente, él simplemente agachó la cabeza.
-       Dave, por mucho que le hubieses dicho ella nunca se enfadaría contigo, seguramente este deseando verte y estrecharte en sus brazos, yo tampoco puedo perdonarme haber discutido con mi padre cuando él se fue, pero espero a que venga para poder pedirle perdón yo misma, mientras tanto hago todo lo posible para que cuando vuelvan todos vean que he sido feliz y una gran persona. No creo que tus padres deseen verte así de triste, debes buscar lo bueno en cualquier parte, siempre hay algo bueno.
-       Están todos muertos-miró a Susana- mi padre murió el año pasado de cáncer y los Kalís las matarían a todas antes de dejarlas volver.
-       Con doce años no deberías pensar así.-Susana estaba pálida, ella lo había pensado cientos de veces.
-       Tengo once, voy un curso adelantado.-suspiró-pero tienes razón, ¿Regresamos a casa?-Dave cogió unas cosas de la mesa y se levantó.
-       Claro.
En la puerta de la clase había una guirnalda, Susana entró, detrás la seguía Dave, los niños sonreían, cantaban canciones navideñas y jugaba con un peluche de un Papá Noel. Raúl estaba sobre una silla y colocaba una larga tira de espumillón por el techo, había decorado con la ayuda de Elisa toda la clase. Las navidades habían llegado para ellos, un pequeño árbol de plástico, espumillón, pequeños trineos, y la entrada de la calefacción que estaba en el “salón” parecía una perfecta chimenea de navidad, con sus calcetines colgados, luces navideñas y una cajita de música con una canción navideña que inundaba con el espíritu navideño.
-       ¿De donde has sacado todo esto?-dijo Susana sorprendida.
-       De las casas, un poco de una y un poco de la otra y la decoración perfecta.- la miró, estaba radiante y miraba a todas partes- Nosotros también tenemos derecho a unas navidades.-paró Susana lo abrazó fuertemente, estaba llorando y parecía no querer mostrárselo a nadie, él intentó corresponderla pero esta vez no se dejo llevar por su amor, pues todos los estaban mirando.
-       Gracias.
Los niños pequeños se acercaron y se unieron al abrazo, los demás los siguieron.
Diego entró y contempló la escena, una sonrisa se le dibujó en el rostro, era típico de su hermano, capaz de actuar en los peores momentos, tratar de sobrevivir a un invierno y no olvidarse de aquellos detalles que a nadie se le hubiese pasado por la cabeza; la navidad, que parecía un cuento de hadas y ahora estaba allí, tan hermosa como siempre, o incluso más porque está había crecido de las ruinas que ahora eran sus vidas. Se acercó y los acompañó a todos.
Un puñado de personas abrazando a Raúl, eso vio Clara, la cual se alejó de la ventana y entró en el instituto. No pensaba interrumpir aquella escena, iba a guardar sus presas en el congelador. Cuando volvió a entrar todos estaban comiendo, Susana se levantó y le puso su plato, ella no dijo nada.
-       Los niños duermen con una gran sonrisa, están muy contentos por poder disfrutar de esto.-dijo Susana, una hermosa sonrisa florecía en su rostro, Raúl deseaba abrazarla con todas sus fuerzas y se encontraba a tan pocos centímetros de ella.
-       Con todo lo que teníamos planeado hacer y la navidad no figuraba por ningún sitio, ¿Cómo te acordaste?-dijo Diego.
-       Lo tenía pensado desde hace tiempo.-contesto Raúl volviendo a la realidad.
-       Cierto, él ya me lo había comentado cuando estábamos cazando, pero a mí se me ocurrió que fuera una sorpresa.- dijo Elisa haciéndose destacar.
-       Susana, ¿Qué eran esos asuntos personales y por qué te acompañó Dave y yo no?- preguntó Hilary.
-       Es personal entre ambos, lo siento, pero no tiene nada que ver contigo.-contestó Susana algo ofendida, desde que sus padres no estaban su relación se había vuelto muy oscura y ella no sabía porque.
-       Ya apenas encontramos cosas en las casas Dave y yo, ¿Puedo cazar con Clara?-Hilary no insistió en los asuntos personales de su hermana y Dave.
-       Depende, ¿Estarás callada y harás absolutamente lo que yo diga?-dijo Clara sería demostrando total sinceridad en sus palabras.
-       Por supuesto- Clara asintió y ella sonrió.
-       Bueno, entonces ¿Qué hará Dave?-dijo Raúl mirando al pobre que parecía reflexionar para sus adentros.
-       Puede ser mi acompañante, a partir de mañana pienso cazar por las tardes y yo también necesito a un compañero, aunque no me gusta la idea de abandonar las casas, creo que todavía hay cosas que nos pueden interesar.-dijo Susana.
-       Yo me ocupo de eso, creo que los “hermanos mayores”-remarcó esa palabra para llamar su atención- no necesitan que alguien los vigile, hacen bien su trabajo.-dijo Raúl.
-       Por cierto, no sois los primeros en ducharos, ¿a qué estáis esperando? Nosotros también queremos.-dijo Susana traviesa.
Nick se levantó, según el horario él era el primero, cogió su ropa para cambiarse y salió al pasillo. Elisa comenzó a recoger la mesa con Dave, ella notaba algo en él, ¿alegría, paz? ¿Qué era? No lo sabía. Diego fue al sótano, esa noche él era el encargado en mantener la caldera, y su turno ya había comenzado. Susana comenzó a fregar los platos, aunque no le correspondía Raúl la ayudó, hacía mucho tiempo que no estaban a solas, que no se contaban sus secretos, que no podía verlo, admíralo, y lo echaba tanto de menos… Hilary tenía su ropa preparada, era la siguiente, observaba como Clara limpiaba con sumo cuidado sus dagas, ella era fuerte, dominante, precisa, mientras su hermana…
El ambiente era cálido, acogedor, los niños dormían, todo estaba muy tranquilo, oscuro, debía haber pasado una hora por lo menos desde que se habían acostado todos. Hilary en una de las camas individuales junto a la otra cama litera, donde dormían Clara y Susana, los niños en la cama de matrimonio entre ambas camas literas, en la otra cama litera dormía Nick y Raúl, junto a ellos dormía Elisa en una cama individual y frente a las literas otra cama individual en la que dormía Nick. Todos dormían excepto Raúl, llevaba desde que la oscuridad se había apoderado de todo mirando a Susana, apenas la veía, una pequeña linterna alumbraba la clase, era una linterna que emitía muy poca luz, una linterna que se usa para que los niños pequeños duerman tranquilos. A Raúl en un principio no le había agradado la idea pero cuando vio que Susana se acostaba a la misma altura que él y que por la noche podía verla dormir, entonces le pareció un inmenso regalo, allí estaba, dormía plácidamente con las manos bajo su mejilla, ya sabía que solía dormir sin apoyar la cabeza en la almohada-quizás le resultara más cómodas sus manos, quizás aquella almohada no era buena para ella y ella como siempre no había querido molestar- su rostro se veía, veía cuando sonreía en sueños, apenas estaba iluminado pero podía apreciar su belleza, Susana sin duda tenía una belleza sutil, elegante, divina-eso pensaba Raúl, ella era una diosa que había bajado de su panteón y ahora alumbraba aquel mundo en el que los humanos no hacían más que destrozar su belleza-, una diosa, eso se repetía todas las noches, era su mantra, un mantra que lo llegaba a dejar dormido, dormido y con aquella frase e imagen en la mente, la de su diosa, su única diosa. Todo su cuerpo parecía una obra de arte, pómulos perfilados, sus mejillas suaves y pinceladas, sus ojos que atraían su alma y parecían capaces de liberarla de su cuerpo. En cierta ocasión Raúl había llegado a sentir envidia de la sombra de Susana, pues ella siempre podía estar con ella, y eso era lo que él más ansiaba, sonaba ridículo, pero había deseado ser su sombra para poder estar con ella. Ella, tan perfecta, tan inalcanzable para él. La angustia lo inundaba por dentro, pensar lo alto que estaba ella para él le hacía sufrir de tal forma que prefería no describirlo, necesitaba estar con ella, la añoraba, aunque nunca habían sido más que amigos y aunque nunca fueran nada más, pero él necesitaba estar con ella, verla dormir no llenaba el hueco de su corazón que hacia años estaba esperando ser llenado por su amor, el amor de Susana hacia él, un amor que nunca llegaría.
Llevaba bastante tiempo despierta, miraba a Raúl desde hacia rato, su reloj la había despertado porque debía hacer el desayuno pero ella se había quedado petrificada en el sitio al verlo, era hermoso, y ella solo podía preguntarse cada vez que lo veía quien habría podido esculpir aquella obra tan perfecta y haberle dado vida, ella no tenía mucho aprecio por la fantasía, pero cuando se trataba de él, su mente, su cuerpo, su todo, se estremecía, convulsionaba y le hacia perder los papeles. Sacudió la cabeza y consiguió apartar la mirada de Raúl, pero ansiaba seguir mirándola, dormido, con una sonrisa que la hacía temblar, esos labios, cuanto deseaba ella tocarlos… y cuanto odiaba aquel frio que lo obliga a estar tapado. Bajó de la cama sigilosamente, se puso su chaquetón y fue hasta el sótano, allí la esperaba su cocina y ya tenía pensado que cocinar, unas deliciosas galletas navideñas, receta de su madre. Bajó las escaleras, sonreía al pensar en la cara de los niños cuando viesen aquellas galletas con forma de muñecos de nieve, cuando doblo la esquina su sonrisa desapareció y lanzó un grito de sorpresa. Diego despertó asustado y confuso, allí estaba Susana, había gritado.
-       ¿Qué pasa?-preguntó tratando de despejarse.
-       ¿Por qué estás desnudo?- Diego se tapó con la manta tan rápido como ella terminó la frase, ¿lo había pronunciado con un tono de asco? No lo sabía pero se sintió ofendido de todas formas.
-       Llevo un boxer, no estoy desnudo. Se levantó de la cama sin ningún escrúpulo y comenzó a vestirse, observó que Susana se había dado la vuelta y ahora miraba hacia la pared.- Siento darte tanto asco.-dijo herido y con sarcasmo.
-       No es asco, es que es la primera vez que veo a un hombre con tan poca ropa.-dijo Susana mirando a la pared.
-       ¿No has visto un bañador?
-       Ninguno tan ceñido.
-       Ya puedes mirar.- Diego la miraba con una sonrisa divertida y algo pícara, estaba excitado ante la idea de lo que podía haber visto, mientras ella se giraba le dedicó su sonrisa y subió las escaleras.
Por su mente pasó la idea de llamarlo guarro pero en parte ella tenía algo de culpa, debería haber llamado. Su corazón palpitaba fuerte, pero no por lo que había visto, sino porque había imaginado que algún día bajaba y vería a Raúl en la misma situación, dudaba mucho de que él fuera tan osado pero lo ansiaba tanto…
Raúl estaba preparando la mesa para el desayuno, si supiera lo que acaba de sucederle con Susana seguramente enloquecería, pero no podía hacerlo rabiar después de haber traído la navidad, ¿qué clase de persona sería? Clara se peinaba y miraba el rostro en un espejo de mano, permanecía sería y callada, nunca había sido muy simpática pero ahora ni siquiera parecía humana. Elisa estaba atando los cordones de sus botas, parecía contenta. Nick ya estaba preparado para cazar, era un buen aprendiz y muy obediente, a veces se sentía mal por reprimirle, no podía evitar ser tan exigente, pero después le recompensaba. No podía creerlo, Dave estaba riendo con Raúl, cosas personales… había dicho Susana, no necesito pensar más en aquello. Hilary estaba al fondo, se preparaba para ir a cazar con Clara, parecía muy entusiasmada.
Los niños corrieron hacia Susana, las galletas habían llamado su atención y ahora intentaba dejar la bandeja sobre la mesa. Los niños desayunaron primero, siempre hacían esas cosas primero, comer, dormir, ducharse, vestirse… Los mayores debían esperar y cuidarlos, ninguno de ellos se consideraba tan grande como para poder hacerse cargo de un niño, y tenían a tres, pero su gran deseo de cuidarlos los ayudaba mucho. Era evidente que Elisa había cogido cariño a la niña, Diego a Ángel y Nick a Tom, el mayor de todos y que afirmaba querer ser como él.
El corazón comenzó a latirle fuertemente cuando Raúl se sentó junto a ella, sintió que sus mejillas comenzaban a arder y no quería que nadie se percatase del porqué, por lo que se levantó con disimulo y se sentó junto a su hermana. Raúl sentía como el mundo se derrumbaba sobre él, Susana se había alejado de ella, lo había rechazado, intentó reprimir las lágrimas con todas sus fuerzas, casi no lo consigue. Elisa se sentó junto a él y le sonrió de una manera muy confortante, si era cierto lo que ella decía de si misma sabría perfectamente lo que rondaba por su cabeza, por su corazón…
Susana corrió hacia Hilary y la llamó. Iba a acompañar a Clara, la había llamado varias veces pero ella había echo caso omiso.
-       Hilary, ¿Qué te pasa conmigo? Últimamente siento que me desprecias.
-       Puede.- dijo ella mirándola a los ojos con profundo asco.
-       ¿Por qué? ¿Qué te he hecho?- la voz de Susana sonó rota, como si se hubiese tragado varias chinchetas.
-       Es obvio, eres un monstruo, como él, no tienes sentimientos, no te dolió que no quitasen nuestra familia, y posiblemente la única persona que nos queda no debería ni hablar contigo por como la trataste cuando se tuvo que ir.-tenía las cejas arqueadas, demostrándole una gran repulsión.
-       No Hilary, te equivocas, papá nunca nos dejaría de hablar por mucho que le hiciéramos y yo no soy un monstruo, fue gracias a ti, gracias a ti pude sacar fuerzas y luchar por no hundirme, para salvarte.- su voz sonaba débil, le costaba salir de su interior.
-       No tienes corazón, dime ¿Te lo devoró él igual que hizo con el suyo o fuiste tú sola?
-       Hilary no digas esas cosas, tiene corazón, yo tengo corazón, pero somos maduros-titubeó, no sabía como explicárselo-, no nos dejamos afligir y luchamos por el bienestar de todos, yo principalmente por ti.
-       No quiero escucharte, hazte a la idea de que para mí no eres mi hermana, ahora voy con Clara, alguien con verdadero corazón, que lloró la perdida y ahora muestra más coraje que todos vosotros juntos.
Hilary dio la espalda a su hermana y avanzó hacia el bosque, Susana escuchó una risa a su espalda, era Clara.
-       Tienes bastantes problemas ¿eh?- intentó ponerse sería pero no pudo, estaba disfrutando con aquello- Susana, no deberías juntarte con monstruos y menos enamorarte de ellos, acabas siendo como ellos, ¿lo entiendes? Pero tu hermana no es el mayor problema, no para alguien sin corazón, tu mayor problema es Elisa, está coladita por él y te lo va a quitar, -con ironía- con la cara de mosquita muerta que tiene. ¿Qué le vamos a hacer?- Clara avanzó hacia el bosque, en la misma dirección que Hilary.
Susana no podía hablar, estaba destrozada, creía que su vida se estaba apagando segundo a segundo, y lo peor, lo que más le atormentaba era la idea de que Elisa le quitase a Raúl, ¿cómo podía importarle él más que su propia hermana? Agachó la cabeza y entró en la clase, Dave la ayudaría con las tareas del hogar y con los niños. Repitiendo en su mente una y otra vez la pregunta que la estaba atormentando; ¿Cómo podía haber sido Clara su mejor amiga y si verdaderamente era un monstruo?
Raúl y Elisa fueron los primeros en entrar en la clase, habían limpiado ya sus presas y estaban algo llenos de sangre y pelo. Sin embargo sonreían y parecían muy felices, Dave los miró deseando encontrar un momento para hablar a solas con Raúl, pero no parecía que se quisieran separar. Cuando llegó Diego, Raúl estaba poniendo la mesa, Susana había bajado a cocinar, Diego se sentó en el sillón del que ya había tomado posesión como suyo, parecía muy cansado. Nick comenzó a jugar con Tom, Elisa jugaba con Ana y Ángel. Entonces vio la oportunidad, Raúl salía al exterior, decía que iba al servicio, esa era su oportunidad. Fue con él como el que también necesita ir y cuando se encontraron en el servicio, antes de que Raúl hiciera sus necesidades, entonces le habló.
-       Raúl, ¿podemos hablar? Hay algo que me preocupa y quería contártelo en privado.- su voz sonaba débil avergonzada, era la primera vez que hablaba con él.
-       Claro, dime.-Raúl tuvo que aclararse la garganta, por el sitio en que se encontraban se imaginó que era algún problema de relacionado con su salud intima.
-       Es Susana- Raúl se le cruzaron ideas que le quemaban el sentido, ¿aquel niño estaba enamorado de ella, sentía atracción por ella?- esta mañana cuando todos os fuisteis, ella, ella llegó muy triste, no ha hablado para nada y parece que ya no le importasen no los niños, ha estado ausente.- Raúl creía merecer que le pegaran por haber pensado tan mal de él.
-       Vaya es extraño, ella siempre está feliz y alegre, bueno lo consultaré con ella, muchas gracias, haré todo lo posible porque vuelva a ser la de siempre te lo prometo-Dave no podía imaginar la intensidad de sus palabras, imaginar a Susana triste, para él, peor que ahogarse en el mar.
-       Gracias y siento molestarte, hasta luego.-Dave salió de los servicios con mucha tranquilidad, era obvió que se había quitado un gran peso de encima, a Raúl le costó volver a centrarse, ¿Qué podía hacer que la hermosa sonrisa de su diosa desapareciera?
Un gran almuerzo, y un corto descanso, Susana recogió rápido y lo dejó todo listo, era evidente que quería salir de caza. Raúl la vio partir con Dave, él lo miró y le sonrió, todo debía salir según su plan. Susana andaba con paso firme y ligero, había conseguido una buena captura, Dave intentaba equilibrar su peso en la nieve, él estaba cargando con todo, normalmente Susana era más considerada. Entonces lo sintió y sonrió, alguien le había dado un golpe en el hombro para llamar su atención, se detuvo y vio como Raúl le quitaba la parte de la carga, la  primera parte del plan ya estaba en marcha, Dave dio la vuelta sin hacer ruido y puso rumbo al instituto. Susana avanzaba más adelante, absorta en sus pensamientos, no se percató del cambio de compañero que había sucedido a su espalda.
-       Bien Dave, ¿Qué has aprendido?-su voz sonó algo impersonal, un escalofrío recorrió el cuerpo de Raúl.
Segunda parte, en marcha.
-       He aprendido a como estar despistado y saltarse un montón de capturas.-dijo Raúl, Susana se volvió hacia él, estaba impactada, ¿qué hacía él allí y con presas, es que estaba tan deprimida que le había cazado con él sin darse cuenta? No, no podía ser.
-       ¿Qué…?- la voz se consumió como una cerilla, se había prometido a sí misma no hablar con él.
-       Te noté triste y quise saber por qué, es lo que hacen los amigos, me cambié hace rato por Dave, no te diste ni cuenta, juraría que eras mejor cazando.- él sonreía ampliamente, ella le dio la espalda y continuó su camino.
Largo, demasiado largo se estaba haciendo el silencio, y en Susana no podía soportarlo, algo le había sucedido, le habían hecho para que estuviera así, la sangre comenzó a hervir en sus venas, se acercó a ella tanto como pudo, le cogió una mano y la obligó a sus ojos a estar frente a los suyos.
-       ¿Por qué…?-parecía a punto de llorar-¿Por qué me odias? ¿Qué he hecho para que me desprecies y me tengas asco? - Susana se vio a si misma reflejada en él, y no se refería al reflejo de sus perfectos ojos azules, veía en él la misma desesperación y pena que ella había tenido cuando habló con su hermana, y ahora ella era su hermana. Tiró el arco al suelo y lo abrazó fuertemente por el cuello, con las manos tocando su pelo, ella hundió la cabeza en su pecho y comenzó a llorar.
-       Perdóname, perdóname-una y otra vez dijo aquella palabra, estaba desesperada, creía no merecer el perdón.
-       No hay nada que perdonar, yo jamás necesitaré tu perdón, para mí siempre estarás disculpada.-su corazón se había encogido para abrirse rápidamente, ella estaba abrazada a él, llorando, y él se derretía entre sus brazos. Su voz había sonado dulce, sincera, serena y para Susana fue un canto, un ronroneo, hermoso, delicado, creía haber recuperado todos sus sentidos con aquella melodía. Su corazón, su aparentemente muerto corazón había resucitado.
-       Te he echado mucho  de menos, necesitaba volver a estar contigo-¿qué estaba diciendo? Se iba a delatar- contarnos nuestros secretos, hablar-esperó con todo su corazón que eso la encubriera.
-       Yo también.- No creyó lo que fue capaz de decir, pero lo dijo, llevaba días sintiéndose solo, sin amor, sino había nadie que se lo diese al menos él se lo daría.
-       Mi hermana, dice que ya no soy su hermana, no me quiere, me detesta, dice que soy un monstruo… como tú.-una a una cada palabra, y cada una siendo más intensa, fue destrozando parte de su alma y ahora su rostro se había desfigurado en una expresión de dolor, quiso ocultarlo de Raúl pero el vio como se formaba en su rostro.
-       No te preocupes-beso su nuca con sumo cuidado, no creía lo que estaba haciendo, estaba jugando un juego en el que él creía tener todas las de perder, conseguir el amor de Susana.- Estará confundida, demasiado bien estamos llevando al perdida de nuestros seres queridos.
-       Pero me dijo que era un monstruo, que no tenía sentimientos, que era como…tú, yo no creo que así seas.
-       Y no lo soy, oculto mis sentimientos, ya lo sabes.
-       Pero ¿por qué?, ¿qué temes?
-       Nada-mintió. Deseaba decirle de todo corazón que la amaba, que sabía que ella no estaba a su alcance, que desde pequeño había temido perderse en aquel sentimiento y perderla a ella, que luchó día y noche para conseguir ocultar su amor y que no pudo evitar ocultar otros sentimientos con él.- soy así, simplemente.-hizo una pausa, ella parecía no saber que decir y volvió a hundir su rostro en su pecho abultado por los chaquetones-Mi madre me dijo que yo no mostraba los sentimientos oscuros, pena y demás, pero que eso era bueno, porque cuando los demás estuviesen destrozados por esos sentimientos yo sería un pilar para ellos, alguien que los ayudaría a salir de su desesperación, alguien que tendría la cabeza fría.
-       Tiene razón, mi hermana fue mi uno de los principales motivos por los que quise no estar triste, y te vi a ti-estabas tan guapo, quiso decirle- calmado, esperando a que nos calmáramos, en ti encontré la fuerza para hacerlo –en él encontraba la fuerza para todo, era su principal pensamiento al despertarse y al acostarse, estaba convencida de que llevaba años si estar por lo menos un cuarto de hora sin pensar en él. Se imaginaba de mayor, sospechosamente para él se habría comprado la casa contigua a la suya, sería su vecina, la que por la ventana observaría como amaba a su mujer, a sus hijos, como él era feliz. Eso la hacía feliz, no tenía duda de que jamás se enamoraría de otra persona y que su cuerpo sería siempre suyo, por lo que se conformaría con verlo, seguir siendo parte de su vida, en la mayoría de los libros eso era amor, un amor especial y hermoso, y ella se consolaba con esa idea— además, no eres un monstruo, tú solo muestras lo bello que hay en ti, los monstruos son lo contrario.
-       Gracias –ojalá pudiese contarle el verdadero motivo de su apodo, ojalá...­­- Pero, sigues triste, ¿por qué?
-       ¿Qué hago con mi hermana?
-       ¿Estas segura de que es tu hermana de sangra, yo no me imagino a nadie de tu familia diciendo algo así?-Hilary era pelirroja, y no se parecía en nada a Susana.
-       Es mi hermana, que sea pelirroja no quiere decir que no lo sea, además, ¿qué insinúas, que mi madre se acostó con otro hombre o que la adoptó y no me dijo nada?-estaba sonriendo, había recuperado su espíritu alegre y volvía a hacer gracias.
-       El secreto nunca confesado de tu madre, una hija adoptiva…-rio alegremente con ella, tenía una mano aferrada a la suya y con otra rodaba su cadera, sentía que estaba fuera del mundo.
-       Deberíamos volver.- no querría pero temía que él se diera cuenta de que para ella la situación en la que se encontraban era más que de amigos, se alejó de él lentamente y ambos volvieron al instituto.
Estaba en el bosque, tan abrigado como siempre, caminaba sigiloso, como si temiese ser descubierto, allí estaba lo que estaba esperando, era Dave y Susana, estaban cazando, entonces se vio su mano, hacía una línea con un chuchillo en su palma, había cientos de ellas. ¿Qué eran? No podía ser, era días, días en los que había estado espiando a Susana, se había transformado en un acosador.
Raúl despertó, había tenido una pesadilla, una horrible pesadilla, ser un acosador, aunque fuera del único ser al que amaba, no era bueno. Aunque no deseaba dejar de verla un instante, aunque la perseguiría por todo el mundo, siempre lo haría de tal forma que ella fuera consciente de que él estaba allí. Miró sus manos, no había nada, miró hacia la cama de Susana, ella estaba despierta, lo observaba detenidamente, había notado como él se despertaba de su pesadilla.
-       ¿Estas bien?-preguntó en un susurro, él la comprendió perfectamente y asintió, ella se acostó de nuevo, posó la cabeza sobre su almohada, él había ido a su casa y la había cambiado sin que ella supiese.
Aunque no podía evitar preguntarse por qué no la había cogido ella, quizás no quería entrar en su casa. Esa noche era Clara la que se encargaba de mantener la caldera encendida, en su cama dormía Hilary, ¿cómo podía haberle hecho tanto daño a su hermana? Todo su sistema nervioso se tensó, no soportaba la idea de que siguiera haciéndole daño. Cerró los ojos, no quería pensar.
Susana abrió los ojos ampliamente, su reloj digital la llamaba, lo apagó rápidamente para que nadie se despertara, miró a Raúl, su cara mostraba algo de sufrimiento, aquella noche había tenido una pesadilla, ella estaba despierta, lo observaba cuando vio que él se levantaba asustado. Su corazón se encogió, cuando lo vio deseó saltar a su lado y abrazarlo fuertemente, consolarlo. Entonces se percató, Ángel la estaba mirando desde la cama, era el único de los niños que estaba despierto, y la observaba atentamente, ella sonrió y le saludó con la mano silenciosamente. Bajó de la cama y lo invitó a que la acompañarse. Entraron en el sótano, allí estaba Clara, despierta, introduciendo leña en la caldera, nada más verlos salió del lugar, sin decir ni una palabra. Susana hizo caso omiso y se acercó a la cocina.
-       ¿Qué cocinamos?-su voz sonó traviesa y a la vez divertida.
-       Bollos de chocolate.-la sonrisa del niño iluminó la estancia, sus ojos azules, su piel blanca como la nieve y aquel rubio casi blanco, Susana le cogió el rostro con ambas manos y le dio un beso en la frente.
El aroma entró en la clase, todos miraron hacia la puerta, Susana entraba con una bandeja de bollos de chocolate y leche caliente. Diego se acercó a ella y cogió un bollo antes que nadie, no en vano era un goloso. Susana dejó la bandeja en la mesa y ayudó a los niños a desayunar, los hermanos mayores ayudaron, ser hermano mayor les daba mucha ventaja, como poder comer mientras ayuda a los niños a desayunar, en cierto modo ellos lo hacían todo a la vez que ellos, no con tanta tranquilidad pero cuando las cosas estaban aún calientes.
Raúl llegó con Elisa, ambos reían y hacían muecas con la cara para continuar con su risa, desde lejos parecían hermanos, y eso había creído siempre, pero desde que Clara le dijo aquello ahora veía indicios de flirteo por todas partes. Dave le había contado el plan que habían llevado a cabo Raúl y él para que volviese a ser la de siempre, pero no había concluido, aún faltaba la tercera parte, que debía llevar ella sola.
El almuerzo estaba listo, todos comían mientras los niños jugaban en la alfombra de oso, Susana les daba de comer antes para que todos pudieran almorzar cuando llegasen de cazar. Tercera parte, en marcha.
-       He pensado que para que estemos todos más unidos deberíamos rotar de compañeros en algunas tareas, quien quisiera claro.-dijo Susana tranquila pero impaciente por oír respuestas.
-       Tienes razón, hay algunos que casi ni hablan con su hermano.-Diego miraba a Raúl y le lanzaba miradas furtivas, no era un reproche, era una de sus burlas.
-       Tampoco se puede hablar mucho con las paredes, ¿no crees?-Raúl lo conocía bien, sabía que llevaba demasiado tiempo sin ser pícaro, algo que formaba parte de él y necesitaba serlo de vez en cuando, no tenía un mal corazón, simplemente era travieso.
-       Bueno pues entonces nos cambiaremos de compañeros en ciertos turnos, a mí no me importa cazar por las tardes con otra persona o estar por la mañana con otra.-Susana cortó la gracia, necesitaba que su plan funcionara.
-       A mí me gustaría ir a cazar contigo, no tenemos mucho que hacer por la tarde, aunque no siempre claro, necesito descansar.-dijo Elisa y Susana sonrió para sí misma.
-       Pues yo necesito que alguien me ayude con la nieve-Diego se miró las manos, quitar la nieve con palas era muy duro y más cuando casi era hielo, Raúl asintió.
-       Entonces yo me quedaré con los niños, creo que nos bastaremos Nick y yo.-Dave miró a Hilary intentando ver si se unía al grupo, pero ella  al igual que Clara pasaba de la conversación.
-       Pues ya esta, no hay más de que hablar.-Susana se levantó de la mesa y comenzó a recoger, Raúl fregó los platos y ella salió con Elisa, todos notaron su ímpetu por salir.
Se adentraron en el bosque y comenzaron a cazar, llegaron al rio helado y se sentaron, Susana siempre lo hacía un pequeño descanso para ver la belleza del paisaje, decía siempre.
-       Elisa-miraba al frente, muy tranquila, como si estuviese dormida-, veo que te has enamorado de Raúl.-no podía creer lo que decía, hasta que nivel se había rebajado. Se asustó al oír como Elisa reía.
-       No, tranquila, lo adoro sí, pero como al hermano que nunca he tenido.-la miró con los ojos muy abiertos, parecía haber abierto un regalo-Es todo tuyo, por mi no debes preocuparte.
-       ¿Todo mio? A mí no me gusta.-su corazón se aceleró, ¿cuántas personas lo sabían, lo sabría el mismo y llevaba años jugando con ella.
-       No intentes engañarme, nadie puede, sabía que querías estar conmigo, por eso me ofrecí voluntaria, se notaba un poco.
-       ¿Enserio?-se llevó las manos a la cabeza, estaba a punto de llorar, el pensamiento de que Raúl lo supiese y estuviera jugando con ella la había desgarrado.
-       Bueno, yo me doy cuenta de esas cosas con facilidad, puede que los demás no, y no llores, no tienes porque.
-       ¿Él lo sabe?
-       Él-hizo una pausa-, no se daría ni cuenta aunque lo llevases escrito en la frente-era cierto, siempre que los había visto juntos Raúl la miraba a los ojos y no los movía para nada-, es como tú-susurró, ella también estaba ciega, con lo inteligente que era y no se daba cuenta, pero no podía confesarlo, debían decírselos ellos mismos- será nuestro secreto, ¿qué te parece?-intentó sacarle una sonrisa.
-       Muchas gracias.- sonrió ampliamente y se limpió los ojos, se levantó y continuó con la caza.



Capítulo 4º
16 de diciembre, Kanest.
Llevamos dos semanas viviendo solos. No olvidaremos aquel fatídico día, el 2 de diciembre, el día en que los Kalís entraron en el pueblo y se llevaron a nuestras madres y asesinaron al resto de sus habitantes (ancianos). Nosotros tuvimos suerte, estábamos en el sótano de nuestro instituto, reparando la caldera cuando oímos sus vítores, nos encerramos en él sótano y lo sellamos, gracias a eso nadie nos encontró, aunque aquellas largas horas encerrados, asustados y sufriendo en nuestras almas agónicamente por no saber que sucedía con nuestros seres queridos nos ha dejado marcados para siempre. Hoy cumplimos dos semanas viviendo, sobreviviendo mejor dicho, juntos, Susana Estver ha tenido la idea de que yo; Raúl Farenk, escriba una serie de cartas cada cierto tiempo para guardar los recuerdos de nuestra experiencia, por si nadie puede contarla.
Nos encontramos en Kanest, un lugar apartado del mundo, solo, vacío y cubierto de hielo, reconocido en varios libros de prestigió como el pueblo más frio del país, aquí en invierno solíamos jugar a escupir al aire y ver como antes de llegar al suelo se convertía en hielo. El miedo, eso junto con la esperanza nos ha llevado a esto, a escribir nuestras memorias sobre este sitio, para que quede algo de nosotros.
El frío ya no puede ni llamarse frio, es atroz lo bajo que está el termómetro. Por la mañana, aunque todo está helado salimos de caza como podemos, ya apenas encontramos nada, hemos buscado en todas las casa como locos, comida, calefacción, utensilios… En un principio limpiábamos las calles a mano, los Kalís se han llevado las máquinas quitanieves, pero ahora es imposible, es puro hielo. Vivimos en el instituto, el único lugar con caldera, es decir, que no necesita luz para calentarse, lo cierto es que la tecnología sin luz no sirve, y todas las casas dependían de ellas. Por eso vivimos aquí, en un principio resultó ser acogedor, ahora escalofriante, hemos activado la calefacción en los pasillo que usamos, pues no podemos ni salir de la clase que usamos como hogar… frío. Por las tardes nieva, por lo que nos quedamos encerrado aquí, damos clases, leemos libros, intentamos mantener la cabeza ocupada. Dentro de nuestra situación apenas nos podemos quejar, tenemos la despensa llena de comida, hemos llenado varios pasillos con  muebles y madera de donde hemos podido, esperemos poder tener el fuego siempre encendido.
Los supervivientes de Kanest somos tres niños pequeños, cuatro de primero de secundaria y cuatro de cuarto de secundaria. Ángel, él más pequeño, es muy risueño, a menudo habla como un mayor, aunque no recuerda su apellido, tiene 4 años, es de un blanco muy pálido, tiene ojos azules como el hielo, un pelo rubio que a la luz es blanco, es muy risueño, divertido y a veces parece mayor. No sé dibujar, ni tenemos cámaras, pero espero que su madre si lo lee sepa que su hijo se salvo y que ahora está con nosotros. Ana Poul es la siguiente, tiene cinco años y es puro talento, le gusta el ballet, la música y suele estar cantando a todas horas. Tom Ner tiene seis años, le cuesta mucho divertirse pues echa mucho de menos a su familia, es el mayor de los pequeños y a veces no cree que alguien vaya a venir.
Los supervivientes de primero de secundaria son Elisa Mandi, ha demostrado muchísima madurez y capacidad de afrontar todos los problemas a los que nos enfrentamos, se ha ganado el afecto de todo el grupo y los de cuarto la vemos como una de nosotros. Nick Vargas, tiene un gran talento cazando, nos hace reír constantemente, aunque en un principio estaba triste y apenas hablaba ahora es uno de los más enérgicos y graciosos del grupo. Dave Darwin, es sorprendente, distingue toda clase de piedra, nos sirve mucho para encender fuegos, también con cosas comestibles y lo que no es, nos da clases de inglés y ayuda a todo el que lo necesita en cualquier cosa, tiene un gran corazón. Hilary Estver, está demostrando un gran afán por aprender, lee mucho y está algo encerrada en si misma. Los mayores somos los de cuarto de secundaría; Susana Estver, Diego Farenk, Clara Rouge y yo, Raúl Farenk. Nos hacemos cargo de todas las responsabilidades y tareas, nos ayudan los de primero en casi todo pero somos nosotros quienes hacemos lo más duro. Susana se ha convertido en una madre para todos los niños pequeños y una hermana para los demás, aunque prefería más el trabajo duro se quedó al cargo de los niños porque prefería que no estuviesen siempre en manos diferentes, les ha dado una figura materna fija. En su labor debe limpiar, cocinar y demás y no puede estar siempre al cargo de los niños, por ello Nick, Elisa y Dave se han unido como “hermanos mayores”, la ayudan mucho, los visten cuando ella hace el desayuno, los cuida… Diego hace los trabajos más duros, al ser el mayor cree que así debe ser, yo le ayudo en todo lo que puedo, se ha cortado, le ha dado lumbagos, pero ahora se lo piensa mejor y nos pide ayuda la mayoría de las veces. Clara es la que más caza, está muy comprometida con nuestra supervivencia, hace todo lo que puede, se a excedido varias veces pero ha salido ilesa. Yo ayudo a todos, doy clases, bueno… cualquiera puede hablar bien de todos pero hablar de uno mismo es algo feo, por lo que diré que mi es que soy uno más, mi tarea es revisar todo lo que nos da calor, la caldera, el calentador de agua, además de las luces, la cocina…
Esperamos veros pronto…

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